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Los Miserables En Otoño

Teníamos la cabeza inflada de planes y treinta propósitos anotados en la libreta. Nos reunimos en el café de Elvira y allí, con las cuatro cervezas en guardia, decidimos no dar más vueltas al asunto y comenzar.

La intención sencilla y el objetivo despistar, a ratos, el hambre, la soledad y esa miseria de casas que a veces, y con suerte, habitábamos.

Así que allí estábamos, Luís, Roberto, Tomás y yo. Los hambrientos, los insanos, los sin blanca, los parados, en definitiva… pobres.

Comenzamos robando en los bares de las gasolineras. Casi siempre de noche, pues la oscuridad era ya una madre protectora y fiel. Esa era la pauta, escalar de a poco para luego convertirnos en leyendas vivas de las infracciones. Al principio eran burdas revistas, bolígrafos o botellas de alcohol. Y todo eso nos hacía sentir bien, Tomás decía que flotábamos sobre los meritos y todos asentíamos a pesar de no tener idea de a qué se refería. Luego vinieron los atracos, la venta de coca, la compra de armas en el mercado negro y un etcétera similar.

Para el día quince teníamos en la lista el allanamiento de una casa, cualquier casa. Según Roberto ése era el epicentro del cambio. De simples rateros a verdaderos ladrones.

Luís y yo nos encargamos de visitar la zona residencial y decidir en que chalet entraríamos. Después de dar varias vueltas mirando fachadas y jardines no teníamos nada.

El problema eran las alarmas, los perros, los muros. Luís quería clase, estilo y elegancia, “una casita con personalidad” decía como si en realidad la fuésemos a comprar. De ese modo pasamos más de dos horas caminando por el barrio hasta que el cansancio y aburrimiento nos dieron la clave.

Una, Tres, Cinco…Siete, Nueve, Once…Trece y QUINCE. La casa con el número quince escrito sobre baldosa azul fue la meritoria ganadora. Dos plantas, un muro bajo, sin perro.

Nos quedamos medio escondidos entre unos árboles de la plaza, con la vista fija en cualquier movimiento que diera pistas acerca de sus habitantes. Un negro, viejo y con bastón fue el primero en salir. Luís y yo nos miramos complacidos. Luego el viejo volvió, esta vez acompañado de una chica de no más de veinte que caminaba con acento, esa melodía racial que nunca dejaba indiferente a los blanquitos. Respiré profundo pensando que incluso podíamos tachar la tarea número veinticuatro de la lista. Pero Luís no estuvo de acuerdo, “Hay que escalar poco a poco, la diferencia entre derramar y ocupar es el trabajo por fases” me dijo.

Dimos parte de nuestra actividad a los compañeros que nos esperaban en el bar de Elvira y a las tres de la mañana caminamos en silencio hacía el lugar elegido. Si alguien nos hubiese visto habría dicho que éramos el volumen de una riada.

El barrio nos pareció que dormía placidamente detrás de las puertas y ventanas y escalamos el muro con la agilidad de los gatos callejeros. Al llegar a la puerta escuchamos música, un saxophone triste que se vaciaba dentro de nuestros oídos. Miré por la ventana y la escena me disparó directo al alma.

--No podemos hacerlo –dije convencido.
En el gesto de todos leí el mismo mensaje, un no rotundo.

Dentro de la casa, en lo que parecía ser el salón, el viejo del bastón tocaba el saxophone mientras la chiquilla repartía bebidas a cinco policías que contaban, alrededor de la mesa, un montón de dinero.

Hubiese sido un buen acto, entrar como terroristas a la casa, disparar a los polis y arrancarles el dinero. Pero aquello era el proyecto número treinta de la lista.

Dimos la vuelta y caminando sobre lo andado fuimos a parar al bar de Elvira. Por suerte era octubre y sus treinta y un días nos dejaba espacio para un fallo.


Texto agregado el 03-03-2007, y leído por 683 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
21-05-2009 pfff.. yeah! 9* Aristidemo
16-03-2007 me quedo con las cuatro cervezas en guardia .. salud kufifo
14-03-2007 Goza ampliamente de un reposo espiritual. PENITENCIA
14-03-2007 hermoso relato me gusto5* neison
13-03-2007 Muy bueno, me ha gustado mucho leerlo. Me ha sorprendido el final. Un saludo de SOL-O-LUNA
13-03-2007 Cálido, ácido, amargo, con un toque de humor, un disparo certero, como la vida cotidiana. Mis estrellas AnitaSol
13-03-2007 Todo merece la pena si pares textos como este. 2666
13-03-2007 jajaja Exquisito humor ese que te supura el texto: un relato divertido pero ácido y con la contundencia de un dry martini bebido de un trago. Felicidades! moebiux
12-03-2007 tremendo relato!! ex-placebo
12-03-2007 leerte es una delica, atrapas desde el principio al fin.***** alexandrocasals
08-03-2007 Los policías, claro. Con razón andaban sin problemas a esas hora. Muy bueno. Roberto_Cherinvarito
07-03-2007 Muy bueno y genial final, . Como todo lo tuyo se lee con agrado y termina gustando la solidez y elegancia de tus letras. Un abrazo marxtuein
07-03-2007 Tienes una especial habilidad para recortar trozos de vida y mostrar el lado irónico de las cosas. Felicidades y 5 estrellas. jau
05-03-2007 Carajo... esta excelente! Extrañaba leerte... besos.lau. aruald
05-03-2007 excelente marfunebrero
05-03-2007 como dice churruka, espero el asalto al palacio del zar, pero en versión barbanegra irakur
04-03-2007 Sobre lo andado fuimos caminando
04-03-2007 Parece una obra de Juan Madrid, pero más acida , más dura...Espero continuación y pronto. churruka
04-03-2007 El mejor mes para hacerlo es Febrero, que con sus 28 dias hay menos tiempo para pensarlo. Buen guión para una película "negra" elementos
03-03-2007 me gusto la armonia del escrito desde el titulo hasta el final... arcano20
 
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