Recogeré las últimas lágrimas que derramé una noche de finales.
Me desvestiré la partida, las dudas, el rencor, y te nombraré nuevamente, para que un recuerdo me resucite el deseo de volver a encontrarte.
Se morirá la espera, y con ella su fusil de miedos; tu palabra: siempre, se escuchará mas lejana aún... hasta perderse en su propia mentira.
Hundiré en mi estúpida memoria, cada imagen de tu piel vestida al vuelo, cuando nuestras tardes eran nubes de cama.

Me encontraré sola, con la eterna herida del amante que se pierde entre un camino de silencios, y se desprende en un grito, hasta escuchar su propio eco.
El cruento tiempo me hallará indómita al llanto, tu figura irrisoria de mil quimeras me rozará el alma fría de muertes, y no pronunciaré palabra alguna que logre despertarme de este infierno.
Conoceré la agudeza de una clausura, cuando las puertas de mi irrealidad se cierren, y ya no distinga la luz de la oscuridad. Para entonces mi cuerpo desgarrado en esperas se cubirá con el infinito velo de la ausencia.

Octubre de 2000