No puedo designarte
con una señal nuestra;
como rúbrica de esto que
siento en mi estómago
plasmado de risas y risas.

Si la vida nos eterniza así
con la mirada cimbrada en su final
te llamare con tu nombre
te calificare en este nuestro silencio
con el nombre de amarte.

Cierra un ojo cuando te sientas señalada,
ese será el silencio de nosotros, el vivido,
para entender tu lamento
al auscultar muy gradualmente
el aleteo de tu nombre, emergiendo
de mi boca; enrumbado a tu ser.

No es que no quiera ni quisiese tantear
es el rocío fresco y agobiante;
que no permite tu nombre ser elegido.

No me asedio en este idéntico camino
que juntos estamos peregrinando,
no me canso de intentar sobre esto
que subrayo; la forma idónea de nombrarte.

Si asumes el estoicismo que yo mismo quiero
arrebátala y despídela a mis sentidos.
Exponme el bello lugar que he verte
para nombrarte y cincelarte
solitariamente en mi sien.