El día amaneció gris, una carga en mi alma tenia ese día. La monotonía había alcanzado niveles que no podía soportar, la rutina se deshacía en mi mente toda la noche y como sonámbulo sentía que la vida ya no valía. Ese día estaba mirando por al ventana la ciudad, tan gris, caótica, hermosa. Pero no entendía ese espíritu que deseaba el cambio, pensé por un instante el vivo fuego juvenil de la aventura volvía a recorrer mi espíritu. Pero yo, un hombre maduro, no podía tolerar esta sensación. Los sueños no podían seguir construyendo y desmoronándose cada vez que los deseaba realizar.
Pero esa mañana me di cuenta que siempre que buscaba una meta, un anhelo, siempre dependía de alguien, de algo, esperaba un milagro que talvez o nunca se haría. Esa mañana viendo la inmunda cara de esta ciudad me di cuenta que había vivido de los sueños de los demás y había quedado vació, solo.
decir irme lo mas lejos posible y comenzar, ya nada dejaba atrás, ni familia, ni amigos, ni amor quedaba ya en esta ciudad, podía comenzar nuevamente, sentirme vivo nuevamente, así que decidí irme de babilón, la ciudad donde viví toda la existencia hasta ahora, ahora el plan era decidir hacia donde dirigirme.
he sido siempre un soñador, pero estos sueños habían sido devorados con el tiempo por metas inalcanzables, ahora preparado para mi nueva vida, sin dejar las cosas al destino, decidí irme hacia el mar, ese lugar me separaban alrededor de 1000 Km. y el dinero para salir de esta pocilga, pero lo importante, siempre lo que dicho, es dar el primer paso, así que coloque todas mis pertenencias, que en realidad no eran muchas, en una caja de cartón, amarrada con un cinturón viejo de cuero y arranque hacia una de las salidas de esta ciudad que ya no tenia alma para mi.
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