Ella estaba invitada, como casi todas las doncellas de aquel poblado inglés al Carnaval de Venecia. Estaba tan emocionada, le habían contado que era algo que jamás se olvidaría en la vida, de hecho, una amiga de la familia, le había dicho que existía una frase en latín que captura la esencia del Carnaval de Venecia a la perfección: “Semel in anno licet insanire”, que libremente traduce "está bien enloquecerse una vez al año" y resume el espíritu de frivolidad y diversión que permea esta tradición de muchos siglos. Su nombre era Wendy, tenía 28 años, trabajaba como institutriz en casa de una familia de aristócratas franceses, que habían ido a vivir a la comarca de Eastbourne - en la costa sur de Gran Bretaña. Es uno de los puntos más soleados del país. Es una ciudad elegante y tiene 8 millas de costa, cosa que a ella le encantaba, estar en contacto con el mar, y a la vez, pasear en las noches por la ciudad, un tanto cosmopolita para la época, pero llena de museos y gente agradable. Todos la conocían desde que nació, una muchacha preciosa, con los ojos verdes, su tez blanquísima, su cabello rubio platinado, su cuerpo esbelto y lleno de vida. Habíase graduado como profesora de niños escolares, y tuvo la oportunidad de irse a Paris a perfeccionar su francés, motivo por el cual, aquella familia francesa, de apellido Plançon, la había contratado de inmediato. El era un rico inversionista que disponía de mucho dinero para construir un muelle comercial en aquel sitio, hombre ya de edad madura, quien se casó con Madame Lucrèce, mujer encantadora y preciosa, mucho menor que él, con quien tuvo dos niñas: Marielle y Solange, discipulas de Wendy. Wendy realmente se sentía como en casa con esta familia, y ellos, adoraban a Wendy, más que la profesora de sus niñas, como un miembro más de la familia de Thièbaud Plançon.
Esa tarde en que su mejor amiga, Helen le había llevado la invitación de parte de Lady Jensen, se había sentido inquieta...pensaba en que jamás había ido a Italia y mucho menos a Venecia, pasear por la Piazza San Marcos, la torre Torre dell’Orologio, las mágicas callejuelas, llenas de músicos, bailarines y acróbatas de teatro, y ni qué decir de un paseo por las canales en esas góndolas llenas de almohadones persas y vistas encantadas...
Llegó el día soñado para Wendy Brandon y sus cinco compañeras, junto con Lady Jensen. Salieron de Liverpool en un Ferry hasta llegar a Italia, donde luego de dos días, llegarían a la estación ferroviaria Santa Lucía, bajaron por la Lista di Spagna, siguiendo por el Ca´d´Oro hasta la Piazza San Marco. Se hospedarían en uno de los palacios adquiridos por una escocesa muy amiga de Lady Jensen, en el trayecto, vieron miles de enmascarados. Según les explicó Lady Jensen en la cena, ese era el segundo día de la apertura del Carnaval en la Piazza San Marco. Asi que descansaron un rato, Wendy, Katherine y Lady Jensen, junto con Krissia, la dueña del palacete, salieron a dar una vuelta. Allí pudieron ver un desfile de cientos de disfraces que recorrían el lugar con sus típicas máscaras y atuendos: el arlichino, el policinella, mattacino, brighella, di dottore y de las típicas bautas, especie de túnicas y sombreros en negro, unidos a una máscara blanca que cubre el rostro. Artistas, músicos, acróbatas cargaban con tambores y antorchas incitando al carnaval en la ciudad.
Esa noche, de regreso al Palacio, Wendy estaba maravillada, Lady Jensen les dijo que a la mañana siguiente, irían a comprarse unos disfraces, que desde ya fueran pensando qué figura quisieran, Wendy se imaginaba un disfraz de flor o algo semenjante a una flor. A la tarde siguiente, como parte de la celebración presenciaron una carrera de góndolas que circulaban por el Gran Canal, y que atravesaba toda la ciudad hasta concluir en Cannagerio. La gente se asomaba desde el Puente Di Rialto y los distintos puentes para vivar a los gondolieri que surcaban el agua con sus barcas. Una hermosa vista, un atractivo paisaje. Una mágia inesperada para Wendy. En ese momento mismo se generaba un grado increíble de emoción. No es sólo un desfile de disfraces, es algo realmente extraño y a su vez singularmente emotivo. Llegaron a la Tienda de la Costurera personal de Katherine, y ahi Wendy se enamoró de un tabarri color marfil, y un bauti, negro, con un antifaz lleno de plumas doradas que contrastaban con sus ojos verdes, se veía extraordinariamente hermosa.
Llegaron de nuevo a sus habitaciones, y todas estaba de lo más emocionadas pues Katherine les había contado que un viejo amigo, las había invitado la noche siguiente a asistir a una fiesta privada en el Palazzo Ca´ Vendramin dei Carmini. Wendy estaba feliz, llegó la noche, todas se veían preciosas pero Wendy estaba espectacular con el modelo escogido, cuando la capucha se resbalaba por la fina seda del manto color marfil, dejaba ver sus hombros, blancos, pecosos, suaves, que contrastaban con el raso negro del bauti o capa. Iban dirigiendose a la fiesta y aunque hubiera querido, Wendy no hubiera podido trasmitir el clima que genera esa ciudad apenas baja el sol por completo. Las siluetas que se forman en el Gran Canal, el reflejo dorado del agua iluminada. Y además lo misterioso que se vuelve todo, hasta el eco de los propios pasos que chocan con el empedrado.
Llegaron al sobrio Palazzo, lugar encantado, mágico, lleno de misterio, que contrastaba con la música alegre, un tanto fuerte y escandalosa pero al fin, era el carnaval. Habian mucha gente, todos con mascaras, antifaces, capas, disfraces de todos los colores, llenos de luces, de misterio....De repente, las amigas de Wendy, junto con Lady Jensen, luego de algunas copitas de Lacryma Christi....decidieron irse a la calle por donde algunos aseguraban pasaria la Reina del Carnaval, momento culminante para dar paso a todo tipo de fantasias...Wendy les dijo que mejor se quedaba en el Palazzo, pues iria al balcon a mirar desde ahi, se despidieron y se fueron. Ella estaba maravillada por las obras de arte que ahí se veían, en eso entró en un cuarto alumbrado con luz de vela y en donde la sensualidad se mezclaba con una ambientación barroca, repleta de cuadros increíbles....en eso ella vió una silueta que se acercaba con una vela y una copa de vino, era un hombre indudablemente por su contextura, era alto, y llevaba una túnica azul y una máscara de media luna que lo hacía fantasmal....lleno de misterio...le intrigaba. Con una voz suave, le dijo si le gustaría tomar con él una copa de vino, y ella accedió. Asi la invitó a ir al Campanario, donde desde, según él, se vería de la mejor manera, el paso de la Reina, subieron, ella estaba hechizada con ese hombre, que le hablaba de un mundo maravilloso que ella desconocía. Seguían caminando por aquel lugar precioso, oscuro, pero ella, de alguna manera, se sentía segura con él, y mientras se dejaba llevar, pensó:" Extraña cosa es que encontremos placer en una charla, siempre interrumpida, fragmentaria e incompleta, pero ¿no es eso el lenguaje poético: interrupción y reinicio?" Entablaron un diálogo que se había roto por siglos o instantes, cambiaron de dirección hacia el silencio, desalentados, satisfechos, metafísicos o simplente triviales, y con todo ello, alimentaron esa unión que la luna, la niebla, la oscuridad y el carnaval propiciaron...
Asi fue como ella se dejó llevar por el vino, la música y la suavidad de ese hombre, cuando ya estaba dando el reloj las 3 de la mañana, y se había calmado un poco la algarabía de aquel carnaval, él se quitó la máscara y le quitó a ella el antifaz. Ella jamás había visto un rostro como el de aquel hombre: bello, varonil, sus ojos eran raros, pero divinos, y en eso la besó, y la besó, sus manos flotaban por su cuerpo, ella sentía que estaba soñanado, en el que podía nadar en un océano ancho y profundo, sujeta a una densidad desconocida, mientras él la desvestía, ella lo escuchó decir, con un acento extraño:
Te amo- y de nuevo ella se vió inventando amaneceres, golondrinas, o algo mejor, una complicidad que sobrevive...pasaron horas en aquel divan, sintiendose, amandose, dandose de beber el uno al otro...ella no quería despertar de aquel letargo, y él la besaba infinitamente, hasta que ella se durmió, arropada en esos brazos que jamás olvidaría...
Cuando él se despertó, pensó: Cómo quisiera despertarla ahora y decirle que no se preocupe, que todo va a estar bien, que no soy ese príncipe azul con el que ella sueña, pero tampoco soy el ogro del reino, soy un poco bufón de la corte para hacerla reír, caballero en armadura para no dejar que le pase nada malo y un Mago para ayudar a que cumpla sus metas y sueños...
La oscuridad afuera llegaba a su fin, el frío característico del amanecer empezaba a calar en los huesos de él..se levantó, la miró, era muy bella, el sueño ya no le permitía pensar más, se vistió pero tomósu capa y la cobijó, le dió un beso en la frente y se marchó...
Ella se despertó, se sentía desnuda, se miró, estaba cobijada por aquella capa coloro oscuro, no estaba segura si soñó o vivió lo acontecido...
-¿Y ahora que?- pensó. Antes de entrar en pánico, recorrió los pasos.Guardó silencio antes que decir cualquier frase estúpida .El frío empiezó a recorrer su cuerpo, el estrés de la pregunta y la sangre que todavía no fluía normalmente hacia su cabeza porque tiene otras partes que irrigar, le impiden pensar claramente. Notó que era muy temprano, se vistió, recogió aquella capa, bajó al gran salón y miró que habían algunas personas, parejas más que todo que aún dormían....vió a Janice, su amiga, acomodada en un sofá, la despertó, y juntas se marcharon al palacio de Katherine, al llegar notaron que no habían nadie, solamente la servidumbre, subieron, y como era tempranísimo, se acostaron, pero ella, Wendy, no pudo dormir, sentía a aquel hombre que le hizo el amor por primera vez...recordaba su voz en su oido, se estremecía de sólo imaginarlo pero se puso tan triste, que empezó a llorar, se preguntaba si alguna vez lo vería de nuevo, no sabía ni su nombre...ni dónde vivía, ni a qué se dedicaba.
Pasaron los días, regresaron a Inglaterra, se sentía cada vez más triste, jamás les contó a sus amigas y mucho menos a Lady Jensen lo que le estaba pasando,
hasta que un día, luego de algunos meses, Lady Jensen le dijo que necesitaba hablar con ella, asi, fueron de paseo en el sintuoso carruaje de Lady Jensen, ella le contó de un apasionado romance que había vivido, hacía muchos años con un extraño encantador de Venecia, y que no se preocupara, que esa experiencia la guardara el resto de su vida, pues no se repetiría tan fácilmente. La animó, la abrazó y le dijo que algún día encontraría un buen hombre con quien formar una familia.
Asi su vida transcurría entre la casa de los Plançon, el amor que les tenía a aquellas niñas pupilas suyas: Marielle y Solange. Las lecciones de latín e italiano que le impartía Madame Lucréce, y el palacio de Lady Jensen. Una noche, en que llovía mucho y se había quedado dormida en la misma cama de Solange mientras le contaba un cuento, escuchó que habían voces en el salon de aquella casa, hablaban en francés, se miró al espejo y pensó que estaba bien como para bajar y saludar a los amigos de Monsieur Plaçon, iba bajando y Madame Lucrece dijo a los dos señores que estaban de espalda que ahí venia una de los miembros queridos de la familia: Wendy Brandon, en eso, aquel hombre se volvió, sus ojos se toparon, el corazón de Wendy se detuvo durante segundos, no sabia si correr de nuevo hacia arriba o desvanecerse, era él, si ¡Él! el hombre de la máscara de Luna, su sueño de amor, mientras bajaba muy despacio, como si no quisiera llegar jamás a aquel encuentro, él la miraba absorto, no podía quitar sus ojos de encima de aquella mujer preciosa, nadie entendía que estaba pasando pero ambos, supieron cómo disimular sus sentimientos y se saludaron cordiales de la mano, Madame Lucréce le pidió a Wendy que se quedara acompañandoles en la cena, pero Wendy, ocultando un terrible nerviosisimo se excusó, diciendo que había tenido un día difícil y que estaba cansada...él la miro interrogante, pero ella no hizo la menor insinuación de querer quedarse para la cena...y desapareció de aquél comedor, al llegar a su habitación, se acostó en su cama suave y mullida y lloró, lloró por ella, por sus sueños, por ese amor que sentía por....¿cómo dijo Madame Lucréce que se llamaba ese hombre? ¿Lo dijo? Si lo dijo, no lo recordaba, y se fragmentó una vez más, y suplicó al cielo que pudiera volver a verlo pero no en una circunstancia tan incómoda para los dos...
Pasaron los días, no quería salir, ni siquiera a la ciudad con Marielle y Solange, sentía que su vida cambiaría, que ese hombre, la transportaría en el tiempo, a un mundo de mágia, de seres que sólo se pueden ver con el alma, con el sentimiento, con los ojos cerrados...y asi era como Wendy soñaba con él, encerrada en su mundo , pero con la esperanza que el hombre de la máscara de luna llegara por ella...y la llevara a un lugar lejano, un sitio que fuera sólo de él, una ciudad hermosa, llena de colores y gente buena, que, albergados al calor de la chimenea, pasaran largas horas conversando, lejos del frío, de lo superfluo....de lo material.....Sin embargo, cada día -pensaba Wendy- aquel sueño se le alejaba, no sabía nada de él, nunca regresó a aquella casa, nadie sabía de él, ni su mejor amiga Helen, ni Lady Jensen...nadie sabía darle datos de su amor...su único amor.
Una tarde, luego de algunos meses, Wendy se encontraba recogiendo florecillas, margaritas, sus favoritas en la casa de los Plançon, cuando se acercó delicadamente Madame Lucréce, y con su sonrisa llana y sincera le dijo que ella, sabía, de su secreto....Wendy se sobresaltó, pero, con la dulzura que caracterizaba a Madame Lucréce, ésta le pidió que se sentaran bajo el frondoso roble....habló de cómo ella desde que se había casado con Thièbaud era tan feliz y que deseaba lo mismo con ella y su amor "secreto", y entonces, le dijo que ella le ayudaría a ser feliz siendo la protagonista de su "contes de fée", le dió una dirección en América, un sobre con dinero y con los ojos llenos de lágrimas, le deseó toda la suerte del mundo para cuando se reuniera con su amado, que por cierto, su nombre era...Benoît .
Luego de algunos días de travesía en alta mar, y entre sus sueños e ilusiones, al fin el Capitán del aquel transatlántico, anunció su llegada a tierra firme...ella, se guiaba por las coordenadas que un amable marinero le habia dado para llegar a aquel sitio en América: Al norte 17°59', al sur 14°32' de latitud norte; al este 90°22', al oeste 94°14' de longitud oeste, cede del Festival Cervantino, a celebrarse en dos días, precisamente en ésa última semana de octubre, en que ella arribó a aquel mágico país....Se hospedó en un pequeño Hotel llamado La Amistad, por primera vez, probó las delicias de aquella cocina, muy extraña para su paladar inglés, pero exquisita a su gusto: Chiles Rellenos, Cocido, Lomo Relleno, Chanfaina, Estofado de Carnero, Lengua en Azafrán etc. Durmió feliz esa noche, sabía que ese mismo cielo estrellado, arrullado por la luna llena cobijaba a su amado Benoît, sabía que al día siguiente luciría su vestido nuevo color fresa, su sandalias nuevas que había comprado en una isla que no recordaba ni el nombre pero que le habían fascinado, pensando en cómo luciría para él...Amaneció, se arregló lo mejor que pudo, aquel clima tropical le había acentuado sus pecas en la nariz y espalda, se miró, se sintió bella, y asi, se dirigió a la oficina de representaciones extranjeras y encontró una muchacha en la recepción que hablaba inglés....preguntó por Benoît, pero le informó que se había ido a reunir con unos comerciantes, y que demoraría, ella, un poco desilusionada, se despidió y se fue a caminar por esas calles llenas de alegría, de casas coloniales llenas de color y tradición, miraba las artesanía más bellas que pudiera imaginar, iglesias de rostro virreinal y robustas casonas de adobe, estuco y tejas coloradas......y fue cuando, a la entrada de aquel Banco, salía su amado, Dios! su corazón quería salirsele del pecho, sus manos temblaban, su rostro enrojecía y sacando fuerzas...de donde no las tenía, lo llamó por su nombre....
Él volteó....no lo podía creer, era ella, su amada, la que se escabulló y desapareció, la muchacha de ojos tristes, de color de mar al amanecer y cabello de luna llena, se fue acercando y ella a él.....
Amanecía en aquella ciudad colonial, luego de juramentos añejos y recuerdos entrañables, de mirarse a los ojos en todos esos años en que juntos envejecieron, compartieron, procrearon y se acompañaron, él la miró a sus bellos ojos y en el lecho de siempre le dijo: - Gracias por hacerme sentir lo que nunca creí posible,
gracias por hacer de mi soledad mi mayor felicidad ......
Y ella, le acarició su mejilla, ajada, vieja, con barba entrecana y le respondió:
Hoy, ya sé la diferencia con el pasado, esos racimos de sueños que es hoy nuestro vino añejo,
hoy sé que tu alma, con ternura delicada envolvió mi corazón para siempre....Te espero en el esplendor ...no tardes amor mio, que te recibiré con los angeles...
Se besaron con amor.....y luego, silencio. |