Verdeola, tómame con tus ojos y mátame.
Luego muerta, dame vida en tu playa,
sumérgeme en tu mar, arrástrame.
Bésame con labios de aguamarina,
profunda, detenidamente.
Verdeola, sálpicame el alma con tus sales,
escúrreme por el vientre oscuro de tu amor,
Distrae mi vida con tu risa apenas asomada.
Duérmeme al pie del faro, lánzame a los acantilados.
Despiértame con el primer trazo de luz.
Llévame a navegar por los cuatro puntos cardinales,
desgástame en la roca, piérdeme en los abismos.
Quítame la tibieza de la sangre y compárteme tu frío.
Verdeola, hazme parte de todo aquello que amas:
Las gaviotas, la orilla oculta de tu playa imaginaria,
la alevosía de la caricia de tus anchas manos.
Atrápame como al aire y réspirame,
réspirame hasta agotarme,
hasta que me tengas tan dentro de ti,
que me vuelva tu sentimiento,
un latido, una corazonada,
presentimiento, augurio. Porvenir.
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