Oprime al corazón el desconsuelo,
en la madrugada húmeda y estéril.
Tal vez el anhelo del palpitar prohibido.
Es que tan cerca estuve de tus ojos,
hasta logré la quimera de tus labios.
La realidad hiere cuando roza,
como látigo que devuelve así a la noche.
A veces te pienso un quizás,
o te sueño un después.
La intriga me desvela; mas,
se que siempre obtendré un jamás. Y es
el tiempo con sus finos dedos,
que enredan hasta la locura.
Embriagan el alma ansiosa
por quebrantar los límites de la razón, porque aún,
te escucho respirar.
Te veo dormir.
Te siento llorar.
Y a veces hasta reír.
Y esperando así,
el corazón morirá, asfixiado.
Dolorido, solo y humillado.
Y con un suspiro de vida postrero,
extenderá su última gota de amor,
hacía ti, único testigo que verá,
como se me rompe el corazón, se
muere mi ilusión y se destroza
una lágrima sincera sobre tu muralla de cristal. |