MILAGRO GRACIAS AL AMOR DE MI MADRE


-Doctor por favor haga algo le repetía insistentemente Rosalía, -imaginese cuando ella sea una señorita; se va a sentir acomplejada, el doctor la miraba con algo de melancolía sintiéndose impotente, miraba a la niña tan inocente con su mirada tierna como lo es típico en su infancia, estaba despeinada su cabello era color oro, ondulado, sus ojos color miel rojos a causa del llanto que había derramado, de una extrema delgadez, su tono de piel muy blanco, cara muy hermosa.
El doctor algo pensativo, coloco su mano sobre el hombro de Rosalía y le pidió que se calmara; por que el verla en ese estado no iba a ser bueno para su hija; y es que Rosalía estaba hecha un manojo de nervios sentía como su cuerpo temblaba , sus pies parecía que se rebelaban y no le querían responder a las ordenes que ella les enviaba, pero al sentir esa mano, de repente llego a ella un momento de paz y aquel hombre joven, bien parecido quien estaba como interno en aquel hospital del gobierno, se convirtió en un ángel el que nunca olvidan ni ella ni su hija.
La niña tenia ocho años de edad, ya sabia del valor del dinero; por lo que en el inquilinato donde vivía con sus padres y su hermana, recogía las botellas que desechaban los habitantes de aquella casa y cada semana cuando pasaba una señora, ella se las vendía con ese dinero compraba golosinas, se sentía feliz de poder tener su propio dinero, esa mañana era muy temprano aun cuando escucho vociferar en la calle a la señora que le compraba las botellas, fue corriendo al patio a sacar sus botellas, pero habían colocado algunos paquetes encima, los cuales no pudo mover rápido, entonces salio apresuradamente hacia la puerta de la calle, la señora ya iba lejos entonces ella la empezó a llamar, mientras dejo la puerta abierta sosteniendo con su manita el portón, pero a causa del fuerte viento que hacia se cerro quedándole prensado su dedito; el del corazón de la mano derecha, la mama al escuchar el llanto de su hija salio pronta a mirar que era lo que estaba sucediendo, cual no seria su sorpresa al abrir el portón y ver a su hija ahí sin moverse, llorando : tomo su mano para mirar que le había pasado; la puerta le había quitado su dedito, Rosalía en ese instante sintió enloquecer no sabia que hacer, una señora de las que vivían ahí mismo quito el dedo del portón, cogio un trapo blanco y se lo puso sobre su mano, y empezó el calvario para Rosalía que recorrió uno a uno los hospitales, centros de salud y farmacias del sector para que le ayudaran con el dedo de su hijita, al ver todos le respondían no hay nada que hacer toca amputar el dedo, pero ella se resistía, seguía insistiendo hasta que llego a ese hospital donde se hizo el milagro.
El doctor hizo una pequeña cirugía donde se solucionaría el percance; solo quedaba esperar la respuesta del organismo de la niña, la cual fue positiva y todo salio bien.