¡Aftosa!, ¡aftosa!, el grito desgarraba.
Don Nepomucemo opinó lentamente: "¡Pa qué tanta matazón!, ¡pongan a yervir la leche y esta pronto!, si tuita la vida tuvimo"astosa".
"Puede tener contagio y hay que erradicar", el comisario Olegario estaba consustanciado con la seguridad pública.
"Vea, si usté erradica, yo lo capo -contestó mansamente Crisaldo Fuentes en forma explícita llevándose la mano a la faca – a usté, digo, porque la Margarita es como de la familia y a usté no le gustaría que le mataran alguien de la familia, ¿o si?, Comesario, ¿usté no haya.?"
"¡Pero esto es un asunto de la salú pública, carajo!", la voz del comisario sonó dubitativa.
"¡Bafangulo!,¡salutte pública la putana che los a parito. Voglio asessinare a tutti lo bicho a cuesto passo! – dijo clarito y en forma por demás elocuente y sin complejos Filippo Perini, dejando aflorar su sangre italiana por línea directa – Ma si nunca tuvimos que matare nesuno animalito per cuesta merda de astosa en tuti cuesti ani que io me conozco vivo, e alora vienen con la salúte pública. ¿Ma cossa sucesse con quello pitucones? ¡ba fan gulo con los negocios con los gringos so!, ¿de donde tanto problema por la pureza de la raza?... si nunca abiamo importato una merda e adesso nos matan tutti le bichi en forma ladina para favorecere quello millonario... ¡
"Vea comesario, usté manda matar una sola de mis vacas y atengase a las consecuencias, ¿sabe?". Ernestino Gambeta era el menor de los Gambeta y el mas decidido. Afirmó los dichos arreglándose la entrepierna con la mano izquierda, sin sacar la derecha de la empuñadura del facón.
"Entonces tendrá que venir el ejército, porque son órdenes del Señor Presidente de la República" – dijo el Juez del pueblo, apoyando la medida de limpieza, engominado personaje concuño del dueño del frigorífico mas grande del departamento, metido en negocios prósperos con el mercado norteamericano y que se venían a pique con el brote aftósico y continuó: "Porque con la salud pública no se juega, vaya sabiendo", aunque esto último dicho con voz dubitativa y ahora con ciertas ganas de rajar.
"Déjelo que venga nomás, que pa esos también tenemos, si no nos cree pregúntele a los descendientes de los de 1904, va a ver que recuerdos tristes les vienen a la memoria". El viejo Juan Manuel Aristesauriaga, veterano de la guerra civil de principios de siglo, sonrió complacido en la silla de ruedas al escuchar a su nieto, el Omar Ramiro, que le había salido bueno de ley y malo como un salado. Después Omar pegó una pitada profunda al tabaco armado, sin bajar en ningún momento la bota del alambrado de la portera, demostrando ninguna intención de abrirla.
El comisario agachó los hombros, entreverado entre las órdenes y los amigos porque él sentía que estos tenían la razón en el fondo, pero órdenes son órdenes y rumbió para la comisaría a informarle al Juez. Todo el tiempo se acordaba de Crisaldo Fuentes y la sentencia: "yo lo capo", de la bronca del italiano, aquel "atengase a las consecuencias" del Ernestino Gambeta y al Omar Ramiro Aristesauriaga firme con la bota en el alambrado...
Después que el Juez se enteró de la situación y conociendo él también perfectamente a los vecinos, se miraron y ambos se dieron la autorización tácita. Informarían a la superioridad que la estancia de Crisaldo, los campos del Tano y lo del viejo veterano de las tropas de Saravia estaban fuera de toda posibilidad de contagio asi que alli no se actuaría.
Mientras trasmitían estos datos los dos se tocaban mansamente la entrepierna acomodándose el calzoncillo. Casi como acariciando a una mascota para tranquilizarla.
El escuadrón del rifle sanitario llegó con inusitada violencia a los pagos en los que se había detectado el brote aftósico y no había forma de ocultarlo. Lo habían confirmado los doctores en la ciudad.
El Comandante a cargo Aristóteles Onasis Perez García, era drástico. Tenia la seguridad de las ordenes presidenciales directas. Tenia todo el poder, todas las armas y todas las autorizaciones. En esa acción se sentía casi un Dios, y no seria infiel a sus superiores, las órdenes eran dadas para cumplirlas, se debía detener el contagio a toda costa.
Llegando a la zona del brote aftósico, vieron doscientas reses pastando en un poblado y la orden fue directa. Apuntaron con las ametralladoras de grueso calibre y en pocos segundos quedaron todas prontas para un asado con plomo.
Comenzaba la limpieza.
Con el barullo unos ñanduces salieron corriendo. La orden para el francotirador del comando fue inmediata. Uno a uno fueron cayendo. "Bicho vivo puede contagiar" había dicho el Comandante luego de los comentarios del Médico, que se refería a bicho vacuno vivo, pero el Señor Comandante fue mas amplio de criterios: "Entiéndanlo bien subalternos: ¡cualquier bicho vivo puede contagiar!".
Las protestas y la rebeldía de los vecinos fueron rápidamente aplastadas. Uno de los oficiales aconsejó dialogar con ellos, pero fue detenido por incitador de amotinamiento y traición y puesto preso de inmediato a la espera de juicio militar.
Todo lo solucionaron allanando las viviendas y trasladando a todos los subversivos en camiones para un gimnasio en el pueblo mas cercano – la abuela Clota puteaba desde sus 87 años cuando la subían al camión incluso con la silla en la que la encontaron sentada, sin soltar el mate y el termo - y a los mas revoltosos con una sesión de ablandamiento a base de cachiporras y culata de fusil los dejaron convencidos. (O por lo menos no decían nada).
Una a una fueron cayendo las vacas, toros, terneros, ovejas, chanchos, caballos, perros, gatos, tatuses, zorrillos, teros y cuanto bicho que se cruzara en el camino de las fuerzas del orden y la seguridad publica en las campos de los campesinos.
"Bicho vivo, contagia" – el Comandante era inflexible, expeditivo y dogmático - Una voz repetia en su cabeza: "¡Las órdenes son para cumplirlas!".
Satisfechos de los resultados comenzaron a retirarse, cuando un sargento vio varias ratas saliendo despavoridas de un granero e informo inmediatamente a la superioridad.
Este a su superior y así hasta llegar a oídas de Aristóteles que sin dudar ni un instante – el futuro de la Patria estaba en juego - determinó dinamitar todas las casas en el perímetro condenado.
Dos días después todas las casas estaban destruidas así como los pocos bichos domésticos, que habían sobrevivido a la primera arremetida, y para mas seguridad descargaron veinte tanques de 220 litros con desinfectante en las ruinas.
Cuando estaba a punto de hacer la llamada al comando pasó un águila de bañado volando con un ratón silvestre en sus garras y se perdió en la espesura del monte natural a las orillas del arroyo.
Podía trasmitir la enfermedad comiendo bichos enfermos.
Pasaron todo el día siguiente quemando los bosques naturales, los pinares y eucaliptales de la zona en cuarentena. Política de tierra arrasada, hasta el pasto fue concienzudamente quemado y algunas bichos de costumbres nocturnas, ultimadas por francotiradores con lentes especiales de visión en la oscuridad.
Con su trabajo seguramente merecerían una medalla al mérito.
Ahora si, misión cumplida.
Comenzó a discar al comando cuando vio que una nutria se metía en la laguna nadando desesperada. Era demasiado. Llamo al comando aéreo porque como Jefe a cargo no podía permitirse ninguna posibilidad de equivocación en las órdenes. El Presidente en su discurso pronunciado en el Cuartel había sido enfático. "La Patria se juega la vida con el problema este de la aftosa".
Y él era patriota.
Bombardearon con NAPALM todos los arroyos, cañadas y lagunas del área de cuarentena y tiraron tóxicos donados por los camaradas de EEUU sobrantes de la guerra de Vietnam a todas las corrientes de agua de la zona.
Mirando con satisfacción la humareda que se elevaba de las aproximadamente quinientas hectáreas arrasadas, suspiró con satisfacción:
¡Ahora si, misión cumplida!.
Volvió contento al pueblo, pensaba dar cuenta a la superioridad del deber cumplido y dejar libres a los subversivos que intentaron no permitir que cumpliese sus órdenes. ¿Aftosa? Acá nunca mas aftosa.
"¿Si no se nada de la vacuna?, no, ¿que viene siendo eso, ¿y como solo vacunos mi General? no estoy entendiendo..."
La pregunta fue hecha en el cuartel, una semana después, antes que lo dieran de baja de las FFAA.
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