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Ya estaba completamente cansado, agotado. Esa noche había sacado ya a una o dos lindas jóvenes de su edad; entre 19 y 20 años; a bailar simplemente por inercia, era lo que tenía que hacer. Obviamente ellas notaron sin demora su falta de interés y partieron a buscar la diversión que él no era capaz de darles. Poco le interesaba. Contra su voluntad había salido de su casa, invitado por sus amigos, a una discoteca que ellos habían descubierto hace unos días; empujado por la presión social y unos boletos de entradas y bebidas gratis.

Sin mucho pensar en sus aparentes derrotas, se dirigió al baño de la disco con los pasos extremadamente pesados; en parte por el trago que había logrado beber gratuitamente y en parte por la lesión que había sufrido hace exactamente dos años en un accidente de tránsito; se mojó un poco la cara, se miró al espejo y logró ver con lujo de detalles lo que más le molestaba en ese momento. Más que el rechazo de las señoritas, más que el abandono por parte de sus amigos (ellos andaban inmersos en sus galanterías para satisfacer su lujuria), más de lo que le repugnaba esa cantidad de parejas luchando por ser felices, más que el hecho de no haber pasado el día de los enamorados con quien él deseaba... En ese momento, el recipiente donde se vertía todo su odio y frustración era el patético ser que se asomaba a través del espejo. Se tragó responsablemente todas las ganas de romper ese espejo, no quería armar un escándalo con los guardias, golpes, vidrios, amigos y mujeres fuera de sí. “Eres patético...” Se dijo a sí mismo y salió raudamente del baño.

Afuera estaba completamente saturado de gente fumando y conversando, unos tomaban lo que les llegara a las manos, otros bailaban como si la noche fuese la última, todo en un espacio reducido y hacinado. Sintió que no podía resistir un segundo más en ese lugar, pero no tuvo el valor de aventurarse a la calle solo en medio de la noche, y se sentó en la primera superficie plana que pudo encontrar. A su izquierda un adolescente completamente ebrio descansaba su hombro sobre la pared, a su derecha un galán hacía cuanto se le venía a las ganas bajo la polerita de una frágil jovencita que, lamentablemente, había tomado dos piscolas más de lo que solía. Lo que le faltaba...

Entonces alguien le tocó dos veces el hombro, cuando se dio vuelta a mirar quién iba a ser depositario de su ira en ese instante, de golpe le volvió el alma al cuerpo. En ese momento en que dos profundos ojos negros le preguntaron si podían sentarse a su lado. Él solamente supo contestar con un tímido y entrecortado sí.

– M... Mm... ¡Magda! ¿Eres tú?- Logró balbucear él con inseguridad, y la abrazó para asegurarse de que sus ojos no le engañaban. Pudo disfrutar por un instante esa suave piel que hace tanto tiempo no tocaba, y gozó con ese aroma que sólo ella sabía dejar a su paso.
– ¡Por supuesto tontito! ¿Quién más podría ser?- Repuso ella con su clásica cara alegría y de infinita comprensión.
– P... P... P... Pensé que... Pensé que...-
– ¿Que me había ido? Bueno, la verdad es que decidí quedarme un tiempo más por estos lados, creo que no fue justa la forma en la que nuestra relación terminó, así tan de golpe.-
– T... Te extrañé mucho Magdita. ¡Perdón! Aún te extraño, y te extrañaré mañana, pensé que nunca volvería a verte.- Logró articular sacando un poco la voz.
– Yo... Yo también pensé lo mismo.- Dijo ella volviendo un poco la cara para no hacer evidente que se sonrojaba por completo.

De un momento a otro la arruinada noche se convirtió en la mejor que había tenido en años, no necesitaba conocer gente, esta vez tenía enfrente todo lo que deseaba tener en la vida. No necesitaba salir a bailar, sabía que a Magdalena le incomodaba el baile tanto como a él. No necesitaba dormir, todo el descanso que podía desear lo drenaba de las palabras de su compañera. Conversaron por horas, sin siquiera poner atención al borracho durmiente; o al seductor tipo que seguramente podría haber sido arrestado en ese instante, hoy era un día para celebrar.

Repentinamente le agarraron fuertemente del brazo izquierdo, tan fuerte que le levantaron de su asiento.

- ¿Qué pasa compadre? ¡Estás tan ebrio que estás hablando con el aire! ¡Mira como todos se ríen de ti, nos vamos para la casa a acostarte en este instante!- Lo recriminó con algo de rabia y de vergüenza su mejor amigo, el gordo Espinoza.
- ¿¡Cómo que ebrio gorila estúpido!?- Gritó asustado. – ¿No ves que estoy hablando de cosas importantes? ¡Suéltame idiota!
- ¡Deja de ser una niña hombre! Los guardias quieren que nos vayamos, y todos los demás ya se fueron a sus casas. No seas porfiado y hazme caso, estoy mucho más sobrio que tú.- Trató de explicar el violento amigo mientras ambos salían del recinto escoltados por dos enormes simios que guardaban las puertas.
- ¡No! ¡Suéltame!- Y lanzó puños, lágrimas, garabatos, maldiciones, llantos y escupitajos para que le dejaran tranquilo.- ¡Estaba hablando con la Magdalena imbécil!

Entonces el gordo Espinoza detuvo de golpe su marcha a través del estacionamiento de la disco, sin soltarle el brazo a su amigo lo miró a la cara con algo de rabia y con mucha compasión. Ambos se quedaron quietos y silentes por unos segundos. Entre sollozos y gimoteos de la nada el robusto amigo abofeteó a su carga quien por un segundo le miró fijamente a la cara con lágrimas aún en la mejilla.

- ¡Despierta idiota! Escúchame Ricardo, pero escúchame bien. ¡Estás muy ebrio, la Magdalena murió hace ya dos años, pero la culpa no es tuya hombre! Deja de mortificarte y súbete al auto, te acompaño a tu casa...

Ricardo se quedó callado y miró estupefacto a su gran amigo a la luz de la luna; volteó la vista hacia atrás, al estacionamiento completamente vacío, y con el corazón en pedazos le dedicó a ella todas las lágrimas derramadas esa noche.


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Para todos los que en esta vida han amado, y obviamente para los que han perdido.

Texto agregado el 01-03-2007, y leído por 320 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
26-03-2007 Sinceramente tu escrito me erizò la piel,y hizo brotar làgrimas contenidas, no necesariamente tiene que haber muerto alguien para que uno se sienta solo...me encantò,mis humildes saludos.***** mystica_1503
13-03-2007 Se me encogió el corazón: yo tengo una experiencia parecida. Buen relato. margarita-zamudio
10-03-2007 Me parecio magnifico tu relato, y lograste estremecer mi corazon.***** gatubela40
04-03-2007 A ver, ¿quien es nadie para decir lo que se ve o se siente ? ¿donde empieza la realidad y la fantasia? Espinoza no veia mas haya de su nariz +++++saludos antoniana
04-03-2007 Relato estremecedor. Protagonista entrañable. Es duro, muy duro, pero a la vez, dulce, suave y delicado. La figura del amigo es clave. Bellísimo relato. Realmente me encantó. Sinceras felicitaciones. Hanneke
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