MARTES
Es martes por la mañana. Tras el horrible y monótono sonido del despertador, empiezas a pensar que es un nuevo día.
Como cada mañana, y de un modo ya ritual, preparas la vieja cafetera de tu madre, enchufas el tostador y desayunas tranquilamente. Nadie te va a echar en falta si llegas tarde a clase. Además, dentro de dos días es tu cumpleaños y nadie te va a fastidiar ese día. ¿o sí?
Te vistes, recoges tus libros y sales a la calle. Como de costumbre, tienes que correr para no dejar escapar el autobús. Una vez dentro, intentas buscar en el horizonte un asiento. Es tu día de suerte. Al fondo, junto al señor del sombrero, queda uno libre. Durante el viaje a la Facultad de Ciencias sientes que te falta algo y permaneces inquieto, hasta que al llegar a tu parada, te encuentras con Elvira.
— Hola, cariño.
— Hola, Joan. ¿Te has preparado tu parte del proyecto de ciencias?
— ¡Joder! Sabía que olvidaba algo.— en ese momento recuerdas ese momento de intranquilidad en el autobús.
— Ya te vale, tío. Elena y Marta te van a crucificar. ¡Es la tercera vez en un mes!— Elvira parece cabreada, pero un abrazo y un beso en su rosada mejilla le devuelven la sonrisa.— Anda tontín, vamos antes de que sea peor.
— ¿Y el proyecto, Elvirita?
— Uhmm…, no sé. ¡Ya se nos ocurrirá algo!

En realidad, lo único que tienes en la cabeza es la fiesta que vas a organizar para tu cumpleaños. El proyecto de ciencias no es, en absoluto, un tema prioritario en tu vida.
Al acabar la clase, mientras Marta y Elena te echan la bronca, piensas en un lugar donde celebrar tu fiesta.
—¡Joan! Me voy con Jero a comprar una cosa. Luego voy a verte al piso y nos tomamos algo.
—¡Claro, claro! Luego nos vemos cariño. Yo voy a ver al profesor para que me guíe con mi parte del proyecto.
Le das un beso y os despedís. No puedes esconder tu sonrisa. Está claro que van a comprar tu regalo.
Tras media hora de reunión con el profesor Ramírez, te dispones a coger el bus para tu deseada vuelta al piso. Esta vez no ha habido suerte con el asiento y viajas todo el tiempo de pie.
Bajas en tu parada y te acercas al bar que hay justo enfrente. Pero, de repente, ves algo que no te gusta. Dejas caer la carpeta al suelo y les miras fijamente. No lo podías imaginar. En el bar donde te disponías a comprar el tabaco observas, a través de la cristalera, a Elvira y a Jero. Jero le susurra al oído y ella parece reírse. Parece que se lo están pasando bastante bien los muy…
No sabes qué hacer. Si entras gritando ella se enfadará, dirán que no es lo que piensas, y encima te harán quedar en ridículo. Piensas que lo mejor será olvidarlo y hablarlo con Elvira en un mejor momento. Aún así, mientras caminas hacia el piso, piensas que es imposible. Elvira no te haría eso. Además, ¿Jero?, pero si es tu mejor amigo desde hace muchos años.
Por la tarde llega Elvira a tu piso. Viene sonriente como de costumbre. Te da un beso.
— ¿Cómo estás cielo?
La miras de arriba a abajo e intentas disimular.
— Bien, bien. Un poco cansado. No veas la paliza que me ha dado Ramírez con el proyecto. Estoy harto.
— Tranquilo, hombre. Ya sabes cómo es. Parece muy duro, pero en el fondo es un pedazo de pan.
Tomáis una cerveza y habláis de todo. De todo, menos de lo que a ti te interesa. Es una tarde extraña y permanecéis alejados el uno del otro. Así, pasan las horas y empieza a oscurecer.
—Bueno, me tengo que ir. Se ha hecho demasiado tarde. Mañana no olvides llevar tu trabajo. Dame un beso.
Tras besaros de un modo un poco frío, os miráis y se marcha.
Sientes que se te rompe el corazón. Hay una punzada aguda en tu pecho.

MIÉRCOLES
A la mañana siguiente, tras el matinal ritual, llegas a clase. Crees que todos te miran. Te cruzas a Elena.
—¡Elena, Elena! ¿Has visto a Elvira? La estoy buscando por toda la Facultad, pero no la consigo encontrar.
—Éstoooo… no sé. No, no la he visto. Creo que no ha venido.
Empiezas a sospechar.
—¿Y a Jero?¿Lo has visto a él?
—No. La verdad, es curioso. Tampoco le he visto.
—¿Curioso?¿Por qué curioso?¿qué es lo que pasa entre esos dos?
—¡Y yo qué sé! A mí déjame en paz, tío. Pregúntale a ellos.
Se va corriendo por el pasillo. En ese instante quieres que te trague la tierra, pero reaccionas y decides ir a la cantina a ver si está desayunando allí.
De repente, al pasar junto a una ventana del primer piso de la facultad, ves a Elvira y a Jero en un banco del claustro. Están hablando muy pegados. Incluso parece que se vayan a besar. En ese instante, se levantan y se marchan riendo.
Tu paciencia está al límite. Te sientes traicionado por dos de las personas que más quieres en el mundo.
Cuando llegas a casa decides que esta situación se va a acabar. Pero, ¿acaso vas a romper con ella?¿o es que piensas dejar que Jero te quite a Elvira? Pareces un poco cobarde, ¿no?
Por la tarde, ya en tu piso, la llamas por teléfono una y otra vez. No lo coge. ¿Dónde estará? Seguro que estará con Jero. Eso te recome por dentro. Cada vez estás más requemado con esta situación. Ha sido algo rápido, traicionero, pero mañana es tu cumpleaños y nadie te va a fastidiar ese día.

JUEVES
Es el día de tu cumpleaños. ¡Felicidades, Joan! Desayunas lo más rápido posible. Sabes que todos te esperan para felicitarte, y eso es algo que te encanta. Por un día eres el principal centro de atención.
Por primera vez en mucho tiempo, coges el autobús antes de tiempo. Está claro que para ti no es un día cualquiera.
Al llegar a la Facultad de Ciencias… ¿qué es lo que pasa?¿por qué nadie te felicita?¡Después de una semana pregonándolo por ahí!¡Es horrible!
De repente, fijas la vista en una pareja. ¡Son ellos! Y en el día de tu cumpleaños. La sangre te hierve y empiezas a notarte tenso. Jero está entregando un ramo de rosas a Elvira. Hasta aquí podrías llegar. Mientras se despiden con un beso en la mejilla, y una sonrisa cómplice, Elvira se dirige a clase acariciando los pétalos de las rosas. Por su parte, Jero parece tener prisa. Lo sigues hasta el cuarto de baño. Una vez dentro, y seguro de que estáis solos, sacas tu pequeña navaja multiusos y esperas a que abra la puerta del WC individual para asestarle siete puñaladas sin apenas darle tiempo a reaccionar. Recoges el cuerpo inerte de Jero, lo sientas en la taza del WC y cierras la puerta. Miras tus ensangrentadas manos y empiezas a reaccionar. Mientras te lavas las manos no logras pensar en otra cosa que no sea su cara asustada mientras le acuchillabas. Todo ha sido muy rápido. Ni siquiera te has dado cuenta de lo que acabas de hacer. No es posible que lo hayas hecho. Pero, por otro lado, ¿no se lo merecía? Además, lo importante es que no se va a entrometer más en tu relación con Elvira.
Mientras te diriges a clase, tomas grandes bocanadas de aire para calmarte. No debe notarse nada extraño en tu mirada ni en tu forma de actuar.
Despacio, abres la manivela de la puerta de clase. La luz está apagada. Enciendes la luz y…
—¡Cumpleaños Feliiiiz!
Todos tus compañeros te gritan y empiezan a cantar, al mismo tiempo que Elvira te abraza y te besa como nunca antes lo había hecho. Te sonríe con los ojos brillantes de alegría.
—Te quiero, Joan.—te susurra mientras te entrega un ramo de rosas exactamente igual al que Jero le regaló a ella.
En otro momento, aquella canción de cumpleaños te hubiera hecho llorar de alegría. Pero en ese momento empiezas a entender muchas cosas.
—Estas rosas son de parte de Joan y mía. Lo raro es que iba al cuarto de baño y no ha vuelto todavía.
Acabas de tocar fondo. Notas como te vas hundiendo poco a poco. Despacio, sales del aula. Con la mirada perdida te diriges a la puerta de salida de la Facultad. Caminas despacio, dejando atrás los ruidos del cumpleaños. Muchas preguntas nublan tu cabeza y no hayas respuestas. Te diriges al puente principal del río. Puede ser que, en el fondo de sus aguas, encuentres la solución.