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Con tu puedo...cap 5
Mariana

—Hija
—¿Sí padre?

—El día que trajeron al Mañungo, usted tomó de la mano al Alamiro y le acompañó hasta la casa del niño fatalizado.
—Sí papá, usted lo sabe por que me vio, sé que muchas personas de la oficina han hablado.

—Mariana, yo no le digo nada.
—Padre, no era fácil lo que estaba haciendo Alamiro, le vi soledad y dolor en los ojos, por eso le acompañé.

—Su madre y yo lo sabemos, lo que deseaba decirle a usted es que nos gustó su conducta, me sentí orgulloso de usted mi niña.
—Gracias papá, gracias mami.

—Hija, Alamiro es todo un hombre hecho a pesar de su edad, tiene dignidad, no se arrastra ante los capataces, la muerte del niño le dolió más que a sus compañeros.
Creo que se veía a sí mismo cuando niño, no dijo palabra e hizo todo, esa muerte le hizo ser más hombre.
Hija, nosotros sabemos que usted le quiere mucho, podría decir que anda enamorada, la vieja y yo estamos en acuerdo con su amor, sabemos que usted se iba a enamorar.
—¡Papi! Que cosa se les ocurre, no pasa nada con el Alamiro, es compañero en la compañía. No me moleste y usted tampoco mamá.

—Hija, también tuvimos su edad, ya le dije, me gusta como es ese hombre, y si ambos se enamoran, estaremos contentos ¿cierto vieja?
—¡Sí pueh!

—Mariana este domingo no hay filarmónica, así que yo no voy a ver al Alamiro, como ustedes van a ensayar, invítelo a almorzar para el domingo.
—¡Verdá papi!

—Si, quiero conversar con él.

Desde el instante del accidente para Alamiro la vida cambió, de alguna manera se siente responsable de algo que no logra explicarse, su mente bulle, no le deja en paz, sus meditaciones se hacen profundas:
¿Qué hace un niño de trece años trabajando como bruto en este desierto?, Manuel apenas tenía esa edad, el acto de ir a ver el resultado de la explosión, fue temerario, todos sabíamos que no debería haber ido, pero eso es una sola parte, dicen que fue irresponsabilidad del “trabajador”, ¿qué más responsabilidad se le puede exigir a un niño? Claro, yo a los trece trabajaba con mi taita en la mina, pero, acá no es igual.

Los más antiguos recuerdan la matanza de la Escuela Santa María, eso les atemoriza y la Administración usa el miedo, cada vez que huelen algo nos recuerdan lo que ocurrió en Iquique y, ya han pasado varios años, esto no puede durar mucho. Se dice que a veces viene gente a tratar de organizar a los obreros, a uno le dicen Don Elías, ha sido actor en teatros de otras oficinas, se salvó de la matanza. A veces anda un hombre grande, habla claro dicen, habla de la emancipación de los trabajadores, de los obreros, todo eso se hace a escondidas, si los de la oficina se enteran quienes van, los colocarán en los cepos y luego dejarán cesantes, si me invitan iré, no temo al cepo, tampoco a quedar cesante, aún estoy solo, no me he casado, no debo rendir cuentas a nadie y mis manos son fuertes, allá en Coquimbo también tengo trabajo.
Dicen que algunos de los que han venido a hablar de sindicatos, los han asesinado y dejado en la pampa. Yo iré con ellos, lo de Manuel es duro, los niños no deben trabajar, deben estudiar, el maestro Juvencio algo se trae entre manos, es más que un obrero de la maestranza y director del teatro
.

En la oficina las cosas parece se hubiesen detenido con la muerte del niño. En los pilones del agua se oye un rumor triste, cada una de las mujeres que tienen hijos se sienten madre de Mañungo ya que saben que pudo ser el suyo.
En los mineros hay dolor y rencor por la explotación, la misma que hace que los padres se vean en la obligación de enviar al trabajo a sus hijos, se habla poco, se conversa en voz baja. La Administración está atenta. En el aire del desierto se percibe algo que nadie sabe definir, los jefes saben que ya no será lo mismo.

Desde la Administración se envió un telegrama a Iquique pidiendo refuerzo militar ya que temen una huelga, – los que no tardan en llegar- pero la vida sigue y el trabajo también, Mañungo ha sido reemplazado por otro niño.

Cada cinco minutos se escuchan tiros, no son de pólvora, sino balas cuando que practican tiro al blanco los milicos, con cada tiro, recorre un escalofrío por todo el cuerpo de los mineros.

—¿Qué ocurre, con tanto disparo? –pregunta uno de los compañeros de Alamiro-
—Son los milicos gallito, están disparándole a alguna lata en la pampa.

—¿Y para que hay milicos en la oficina?
—Antonio, ellos también andan con miedo.

—¿Ellos? ¿Quiénes Alamiro?
—La Administración; mandaron a buscar milicos. Creen que puede haber otra huelga, por ello temen y los milicos disparan para que sepamos que tienen balas y que saben tirar.
¿Te has fijado que desde la desgracia del niño Manuel no han colocado a nadie en los cepos?

—Compadre Alamiro, usted se fija en todo –Dice uno de los barreteros, mordiendo el bolo de coca-
—Paisano, hasta el capataz, anda más tranquilo. ¡Fíjese compadre! Esto no es casualidad

—Compadre Alamiro, el Julio se consiguió una botella de aguardiente, a la noche la vamos a tomar, estay invitado.
—Esta noche tenemos ensayo de teatro así que voy a estar hasta tarde en la casa de la Jacinta, allí ensayaremos, en cuanto terminamos temprano me voy a la casa me hace falta un trago.


Mientras prepara el próximo cañón, Alamiro sigue con su peregrinar. ¿Por qué el maestro Juvencio cantaría ese vals en el entierro? No la cantó entera ¿Por qué? A la noche le voy a preguntar.
La Compañía trajo tropas, los milicos parecen empleados de los ricos, acá nos descrestamos trabajando doce horas diarias, nos pagan un sueldo de hambre, debe haber alguna salida a esto, ellos nos temen, sino, no traen milicos, nadie habla nada, si yo guardase un poco de pólvora en cada tiro, nadie se percataría, con una semana puedo reunir un par de kilos, y en una huelga podría responder al fuego con fuego
.

—¡Buenas noches mis jóvenes actrices y actores!
—¡Buenas noches maestro Juvencio!
—A ver vamos a revisar el primer acto.

Repitieron una y otra vez el guión, una y otra vez el director fue orientando y corrigiendo, las actrices y actores se aplicaban a sus papeles, al final se dieron las buenas noches, se fueron retirando uno a uno, a las niñas, los jóvenes las fueron a dejar a la puerta de sus casas. Alamiro espero al director. Se retiraron juntos, el maestro trabaja en la Maestranza, en donde es tornero.

Mariana no se sintió invitada a la charla, sus ojos grises casi negros relampagueron, cada ensayo Alamiro la va a dejar hasta la puerta de casa, le dolió no ser tomada en cuenta. Dieciocho años, cabello largo rizado muy negro, el viento de la tarde lo hace flamear, más alta que el promedio de las mujeres, donde hay una abundancia de rasgos ancestrales de bolivianas y peruanas, alta y delgada, su vestuario la hace verse bella, de cintura estrecha y senos no grandes, Sus ojos expresan claramente sus estados anímicos, no puede ocultar ni la alegría ni el enojo y esa noche hay enojo, Alamiro lo supo de inmediato, la charla con su padre la dejó alegre y meditabunda. Cuando en el tren conoció a Alamiro supo que era un buen hombre, no se explica bien él porque de su amor, que crece cada día, llegando a pensar que. Si no me lo dice lo voy ha hacer yo
Cuando le vio por primera vez, algo se iluminó en su cerebro en ese segundo, no sabe sí su porte, más alto que ella, sí los ojos, sí el rostro quemado por los mil soles del valle. Anchos hombros y brazos fuertes y fibrosos, manos que conocen el trabajo, ojos negros, más que los de ella, siempre sonrientes, era como el jefe de los cinco que iban con él, no cesó de mirarla en cada vuelta por el pasillo del tren, a pesar de su resolución en el andar, ella ve un grado de timidez, en uno de los paseos cuando ella le vio levantarse hizo lo mismo y se dirigió hacia el baño del carro, se saludaron y cruzaron tres palabras, supieron sus nombres, de donde eran, Alamiro se puso colorado cuando ella le habló.
Sonríe cuando se recuerda.

—¿Parece va aburrido que se pasea tanto?
—¿Cómo dice señorita?
—Que se ha dado hartas vueltas en el tren.
—Ah, si, es que pensé era más corto el viaje
—Hágase paciencia que aún nos falta dos días.
—¿Tanto?
—Si, ¿Y cómo se llama usted joven?
—Alamiro José Araya Nuñez ¿Y usted señorita?
—Dígame Mariana nomás.
—¿También viaja a la Oficina salitrera?
—¿Y donde más? Si todos vamos para el mismo sitio
—Verdad, disculpe
—Mejor me voy o mi papá se enojará, es muy guapo, no vaya a ser que le dé un balazo – Dice eso sonriendo de manera pícara – hasta luego Alamiro
—Hasta luego señorita Mariana.

El recuerdo la hace sonreír y luego regresa su molestia, siente celos, se asusta – Si él no es mi novio ni nada, no debo estar con celos, pero los tengo y ni siquiera es con alguna mujer sino con el maestro ¡Caramba no debe ser! Mis padres saben y lo aceptan, estoy feliz con eso. No le dije lo de la invitación, voy a tener que ser impertinente.

—¡Alamiro! Perdone maestro, quiero conversar un segundo con Alamiro.
—Mariana, hoy no puedo ir a dejarla, quiero conversar con el director.

—¿Y quién le dijo que quiero me vaya a dejar?, Me voy con mis amigas Y conozco el camino.
Mi papá le invita a almorzar en la casa el domingo próximo, a las doce dijo.
—¿Sí?

—Si poh, él quiere conversar con usted
—¿Y de que conversaría conmigo?

—¿Y por qué no se lo pregunta usted el domingo - Dice esto con una risa maliciosa.
—Agradézcale de mi parte Marianita. A las doce estoy en su casa.

Luego de esta charla Mariana regresa con una de sus amigas que vive en la casa vecina a la suya, las fue a dejar uno de los actores.

—¿Cómo va el aprendizaje con Arsenio?
—Bien maestro, difícil se me hacen los números, pero por empeño no me quedo.

—Me alegra, es bueno saber leer y conocer algo las matemáticas.
—Es buen profesor.

—Algo sabía porque le había preguntado a Arsenio. Alamiro, pocos son cómo tú, debes cuidarte y aprender, siempre aprender por que sólo así no te engañarán.
—Sí, me he dado cuenta maestro, pero sabe, yo quiero preguntarle ¿Por qué en el funeral del niño Manuel, usted no terminó la canción?

—Ah, eso. Cuando ocurrió la matanza, yo estaba en el puerto, trabajaba como ayudante de tornero en una maestranza, fueron muchos los pampinos que bajaron, en la maestranza paramos en solidaridad, vi desembarcar a los milicos del buque, vi el desfile y luego escuchamos la balacera. Los milicos no venían a poner orden como dijeron, ellos venían a matar, traían órdenes desde Santiago de la misma presidencia de Chile, no tenían salvación los compañeros que cayeron. Luego quedé sin trabajo y me vine a la pampa, como no me conocían entré como tornero. Pero, lo de la canción.

Benditas víctimas que bajaron
Desde la pampa llenas de fe
Y a su llegada lo que encontraron
Voz de metralla tan solo fue.


Si hubiese terminado de cantar me echan de la oficina y en toda la pampa no tendré trabajo.

Alamiro, han pasado varios años, con esa matanza lo poco de gente valiente que había o fue asesinada o los echaron, también algunos se amedrentaron, con la masacre la organización se vino al suelo, algún día habrá una organización fuerte.

—Maestro, si algún día piensan que soy bueno para algo, cuenten conmigo.

—¿Piensan? ¿De que me hablas Alamiro?
—Perdón maestro, pero pensé.

—Jajajajaja, ay Alamiro, no existen los que piensan y sé que tú eres un hombre serio, si alguien me habla de algo te contaré, por ahora tu obligación es estudiar y nada más. Ya sabía que José Manuel te invitó a almorzar el domingo.

—¿Y cómo sabe usted?
—Las noticias por acá vuelan.

—Es un buen amigo el papá de la Marianita. ¡Ah! Y usted no se le ocurra hacer tonteras allá en la faena.
—¿Cómo qué?

—Como que se le vaya a ocurrir guardar parte de su trabajo en la tierra.
—No sé de qué me habla maestro.

—Entonces no he dicho nada.

Curiche
Febrero 28 de 2007

Texto agregado el 28-02-2007, y leído por 431 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
09-11-2007 Este Alamiro es listo dentro de su ignorancia. Aprendiendo a leer y matemáticas se hará fuerte. Empiezan a verse cosas buenas entre tanto asunto terrible. También está bien rodeado. Lástima que el enemigo sea gigante. Selkis
31-05-2007 Me encanta como nos entretienes con tus personajes que van dibujándose poco a poco. mis 5* salambo
18-05-2007 ELIAS LAFERTE, eso. BenHur
18-05-2007 Cuando trabajé en el Serviu haciendo loteos, hace ya la porrada de años me permití subrepticiamente (me costó recordar cómo se escribía) denominar una calle de Villa Linda Norte en un cerro de Viña del Mar; Elías lamerte. Nada de lo que estas narrando me es ajeno. Tus diálogos son candorosos como los sentimientos de tus personajes. BenHur
02-05-2007 me sigo encantando con estas historias, como entrelazas temores miedos esperanza, amor y justicia. tengo el rostro de ese niño en mi mente... un abrazo amigo. kuthelia
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