Axl se halló sorprendido sobre el borde de la circunferencia, no tenía ni idea de que diablos se encontraba haciendo allí parado bajo el inclemente sol pero eso realmente poco le importó. Lo que en verdad se le hacía interesante era el hecho de que por primera vez en su vida estaba parado en un borde.
Siempre hay una primera vez para todo, eso le decía su mamá cada que le pasaba algo nuevo, bueno o malo, como cuando le nació su primer diente (uno de leche que mas tarde se lo comería el ratón Pérez), como cuando le salió su primer barro con pus en la punta de la nariz, como cuando tuvo su primera polución nocturna que en realidad fue diurna, como cuando lo despreció la niña de sus sueños por barroso nariz de pus, como cuando supo que el ratón Pérez sufría de intolerancia a la lactosa y se murió después de comerse su diente de leche, como cuando supo que no siempre hay una primera vez para todo.
Lo que realmente le importaba era que por primera vez estaba parado en un borde, porque aunque hace poco estuvo al borde de la locura no estuvo parado sino en cuclillas y eso es una tremenda diferencia (cagar parado es un tormento). Y erguido allí sobre el borde de la circunferencia, bajo el implacable amarillo, se imaginó que quería un abrazo y entonces miró hacia afuera para no divisar nada más que un infinito mar de arena humeante. No le quedó otra opción que mirar adentro y !oh sorpresa!, divisó en el centro del arenoso círculo una caja de madera pintada de negro, como la noche, como el carbón, como una estrella extinguida, como el color de su corazón, y sudando como vaca asustada se dijo "!mierda!, quién sería el bruto que pintó esta caja de negro? Acaso no sabía que el negro absorbe el calor?".
Pensando en ello se dejó llevar hacia la oscura caja como si fuera un tornillo que está siendo atraído por un imán potente y arrogante que cree que puede apropiarse de todo sin saber el muy ignorante que no todo en el mundo es de metal. Se dejó atraer por la caja negra con tal fuerza que cuando quiso frenar la fricción le evaporó los zapatos dejándole los pies desnudos sobre la arena hirviente, dejándole bastante perplejo y dejándole varias ampollas que le hicieron recordar que a veces es mejor quedarse parado en el borde aunque sea para sudar como una vaca haciendo fila en el matadero. El frenazo fue inútil y el golpe no tanto porque al estrellarse contra la caja se abrió su tapa dejando al descubierto la imagen inerte de una pelirroja durmiendo su sueño eterno.
Del centro de la circunferencia dio un salto cuántico hasta su cama, donde sorprendido se halló sudando a cántaros como una vaca haciendo fila en el matadero y con el corazón a mil revoluciones por minuto como si en su pecho se produjera el incesante zapateo de un bailarín de Tap negro, tan negro que sin querer queriendo absorbía todo el calor. Miró al extremo opuesto de la cama y sintió que su corazón se fumaba un cigarro salvaje de esos que relajan y te bajan de mil a setenta revoluciones por minuto sacando a la vaca de la fila del matadero para llevarla de paseo por nubes sembradas de marihuana sudaka. Miró sus ampollados pies y se imaginó que quería un fuerte apretón. Entonces se fundió con la chica del pelo rojo en un apacible y escarlata abrazo.
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