He pasado por mi antigua casa. Un edificio no muy viejo, no de los más antiguos de la ciudad.
Al mirar hacia arriba, a la ventana de la que fue mi habitación, he divisado, a duras penas entre las sombras, a mis recuerdos.
Agazapados, listos para saltarme encima en cualquier momento. Ya lo estaban haciendo en todo mi antiguo barrio; el descampado donde jugaba, ahora es un supermercado; el colegio al que iba, son unos despachos; el ultramarios, está cerrado, hace años ya; el viejo kiosko donde compraba golosinas antes de entrar al colegio, es una inmobiliaria - cosa nada difícil, parece que ahora todos los negocios son inmobiliarias -...; el otro kiosko, donde compraba los pocos cómics que llegaban, ha desaparecido.
Todo esto se me apareció por un instante en mi cabeza, junto con mis compañeros y amigos, los antiguos cómics, las noches de verano paseando con mis padres, la luz del faro iluminando las casas de mi barrio.
Nuestros viejos juegos, intercambio de tebeos, una habitación en la que mi madre planchaba, mi padre trasteaba con la electrónica, y yo jugaba, los albumes de cromos que daban en los pastelitos...
La nostalgia me ha hecho dudar, ha hecho que se tambalease mi seguridad, y por un momento he estado a merced de los recuerdos, que saltaban sobre mí desde mi antigua ventana.
Un viejo amigo me ha rescatado. Hacía años que no nos veíamos. Hemos hablado de nuestros tiempos en la escuela, del parque donde intercambiábamos cómics, de cuando jugábamos a los superhéroes.
Hemos quedado en volver a vernos. Sé que nunca lo haremos, a no ser por casualidad.
Pero, en contra de lo que pudiera pensarse, esto ha hecho que los recuerdos volvieran a su lugar.
Han vuelto a donde siempre deberían estar. Han saltado sobre mí, sí, pero han entrado en mi cabeza, al fondo de mis pensamientos, donde no pueden hacer daño.
A veces les dejo salir, que recorran las viejas calles, los parques donde nacieron, el colegio donde se formaron. Pero siempre vuelven a mí, domesticados, sin peligro de hacer daño.
J.JAVIER ARNAU
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