¿Hay algo más hermoso que un beso?
Mientras duerme, mi amada, yo sueño.
Sueño ese primer encuentro, ese primer abrazo, ese primer beso estremecedor.
Ese primer beso, vida mía. Ese beso único y generador de todos los besos que le sigan, despertará besos ansiosos, mordidos, ávidos besos anuladores de distancias y tiempos, amor. Nos estallarán los besos en las bocas, incitarán el juego de las lenguas, correrán en las salivas tibias, se derramarán en nosotros, dulce niña. Beberemos besos, comeremos labios, respiraremos alientos. Y nuestras manos tocarán piel, adivinarán carne, nervios, huesos.
Ardidos en besos, quemados en besos, purificados en besos, seremos más fuertes que los dioses y más temibles y más poderosos. Y el universo no será nada, hasta que decidamos qué hacer con él. O será el simple mecanismo fortuito que ensambló nuestro destino.
Este amor voraz, desmedido, egoísta; que no sabe de descanso ni de sosiego ni de cuartel; este amor tardío y enloquecedor; este amor que hace retroceder el crepúsculo y disuelve la oscuridad. Este amor por usted, señora, me incendia la sangre, me reaviva los gozos.
Mis oídos desbordan de música, repito su nombre su nombre su nombre. Y no hay montaña, no hay piedra capaz de un eco más fuerte, más nítido. Mi pecho se ensancha de su nombre y lo grita. Y es un grito de triunfo y de alegría y de guerra y de desafío.
Sueño ese primer beso, mi amada. Mientras, usted duerme.
Suyo, |