Es una lucha entre dos pensamientos. Por lo tanto, antes de dejar de fumar (“antes de intentarlo”) fortalece bien uno de ambos pensamientos; el otro, el que va a querer sabotearlo, esa ya, seguro, te lo conoces bien.
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Es una lucha similar – que valgan las analogías – a la que ocurre en un país manifiesto en cuanto a su constitución. Su constitución (en países como Venezuela sucede así) o es lo que queremos ser o es la imagen que deseamos proyectar a los demás (quizás para sentir que poseemos fuerza moral); lo que somos manifiestamente poco tiene que ver con ese ideal; pero alcanzarlo implica una lucha similar a la que acarrea en cuanto a los cigarrillos el fumador que desea dejar de hacerlo: El Estado no practica la pena de muerte, formalmente, pero cuánto le cuesta a su policía dejar de matar gente… es como ese otro pensamiento, al que ya conocemos, que muestra sorpresa ante el escándalo o la impaciencia que le tenemos hacia ese último cigarrito que no le hará daño a nadie (“vamos, si son sólo unos tiritos”)

Y sin embargo, imposible salir de un tan profundo círculo vicioso sin atrevernos a conocernos bien a nosotros mismos - ¿Agradables? No lo somos ¿Desagradables? Sí, pero ¿Cómo? (de qué manera somos desagradables y por qué) y prepararnos al respecto. ¿Contradictorios? Absolutamente.
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(por experiencia: las causas que sostienen un injustificable estado de cosas son peores y esconden vicios más terribles que el mismo estado de cosas – debemos saber que no hay nada más fácil que caer en las propias trampas – debemos saber que existe un estrato profundo de vicio en el fondo que siente placer en las repeticiones de todos los vicios imposible, casi, abandonarlo)