Es curioso constatar que aquellas culturas que han sufrido la influencia de un cierto tipo nefasto de catolicismo tienden a buscar psicológicamente modelos a seguir, necesitan un ser modélico al que imitar, con el cual equipararse y compararse, como si sólo así fuese posible hallar una identidad.
Culturas tales tienden a observar a los individuos en términos de estereotipos. Son incapaces de conocer al individuo en sí. Sólo creen conocerlo cuando creen saber con qué o con quién asociarlo o equipararlo (y es lo virtual, tristemente, y en la mayoría de los casos lo que sirve como referencia (si se parece a X es como X por lo tanto se le trata Xmente). Se sienten contrariados ante el hecho de que un individuo sea sí mismo y no un modelo al cual imita con todas las fuerzas de sus ser – una de las figuras “pedagógicas” de la inquisición fue la “imitatio Christi” (pido disculpas si hay algún error), evolucionamos eliminando al Cristo, y nos hemos quedado con el imitatio.
- son importantes estas consideraciones sobre el catolicismo y la manera en la cual nos ha afectado porque es la causa, creo yo, de los muchos comportamientos destructivos y autodestructivos o simplemente nefastos que poseemos, además de toda una serie de complejos psicológicos que abarca desde nuestra sexualidad y el modo en que nos vemos y nos comprendemos o no nos comprendemos y toda esa increíble y dañina carga de culpas que cargamos por dentro que existen y nosotros como cultura latina, más cuya causa hemos olvidado aún cuando nos hemos quedado con las consecuencias y estas se han vuelto inconsciente. Las consecuencias son un comportamiento condicionado, casi reflejo y completamente irracional que poseemos. No debemos olvidar que el catolicismo aplicó el condicionamiento sobre los seres humanos durante siglos – ahora podemos ser ateos, si queremos, pero no por eso estamos libres aún de los condicionamientos. Creo poder afirmar que no hay latinos, más que nada latinas sin culpa – es un engrama profundamente metido en nuestras psiques y razón de nuestra frustración y violencia característica como seres. Somos culpables de ser individuos –
En otras culturas se constata la aceptación de la existencia del individuo – son culturas artísticamente creativas, porque la originalidad cabe en su dinámica – y por lo tanto se siente una genuina curiosidad por conocer al individuo, por conocer al otro, porque se a aprendido, se sabe, que cada ser en su ser aporta.
En cambio en las culturas sin vitalidad o escasamente vitales, por un lado no existe la creación artística original y, en caso de que suceda no existen los medio psicológicos para que pueda reconocerse (No está demás decir que no poseemos LOGOS porque jamás ha habido fundamente en nuestras concepciones, sólo se ha esperado de nosotros la fe ciega, en el caminar sobre el agua, en el parto sin coito, etc. Nada más lejos de nosotros que el logos: por lo tanto no poseemos una lógica del lenguaje… no reconocemos); y por otro lado se cree estar en la necesidad de conocer factores extrínsecos al individuo para poder darlo así por conocido – desconfiamos de nuestro olfato a la hora de reconocer al otro y necesitamos desesperadamente de referencias par entonces “saberlo”.
En otras palabras: las culturas no vitales se niegan a sí mismas la posibilidad de hacerse vitales – la desconfianza en el individuo en sí (y ese estar cerrado al intercambio de energía mediante interés y reconocimiento del otro esencial) reina de por medio, y sólo se cree poder confiar en el individuo cuando podemos asociarlo e identificarlo con algo que no le es intrínseco (que no es el como ser, persona o individuo – a los latinos les duele una bola hacer tales reconocimiento, a los influenciados por el catolicismo, perdón) mas para nosotros conocido.
En fin: los individuos en las sociedades sin vitalidad se relacionan entre sí fantasmagóricamente.
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