Mil perdones a los que creen, no olvidéis que no es mas que un cuento; cualquier parecido con la realidad, no es mas que una mera CAUSALIDAD.
Desde hacia ya demasiado tiempo aquello venía siendo insoportable. Ocurría todos los fines de semana y empezaba a ser un auténtico martirio al que era sometido de la forma mas impune...
Todo comenzaba el sábado por la tarde, mas o menos a la hora de la sobremesa. Dos hombres aparentemente jóvenes, pero de edad indeterminable, con atuendos impolutos; camisa blanca, pantalón oscuro y corbata comedida pero horrible llamaban al timbre con tediosa puntualidad.
Parecían gemelos: dos cabelleras rubias; dos pares de ojos claros; dos sonrisas perfectas...igual e impecablemente afeitados, el mismo corte de pelo... Sé que me hablaban de Dios, de la salvación y de cosas de esas, pero ni siquiera llegaba a enterarme a ciencia cierta de que es lo que decían. Normalmente, después de comer y con la digestión a medio hacer, me sorprendían sumido en un agradable sopor frente a la TV, que no desaparecía hasta un buen rato después de que se hubiesen marchado. Podría pensar que había soñado esa fastidiosa visita si no fuese por el montón de panfletos que se amontonaban en la mesita del recibidor; panfletos que no cesaban de sacar de sus relucientes maletines y entregarme después mientras permanecían ante mi puerta.
Salía normalmente mas tarde a tomar un par de copas con los amigos; desde hace años nos reunimos en el mismo garito los sábados por la tarde; jugamos unas partidas de billar, tiramos la ceniza al suelo y nos bebemos dos o tres gin-tonics mientras pasa ese tiempo tonto entre la hora de la siesta; que a mi siempre me fastidiaban últimamente... y las nueve o las diez de la noche.
Pero desde un tiempo a esta parte, nuestra tranquilidad se veía turbada por la visita de un grupo de individuos de esos de raros cortes de pelo y que visten faldas color naranja y te venden revistas, Cds y cintas con música que siempre suena igual. Los aguantábamos mientras Paco, el dueño del garito, se esforzaba por hacerlos salir de su local; tardaba un buen rato, ya que al ser tantos no daba abasto el pobre...así que mientras Paco les obsequiaba con una buena sarta de improperios , aguantábamos firmes e impertérritos la avalancha de ofertas musicales y de artes gráficas; de inciensos varios y de consejos sobre alimentación....consejos que nos venían al pelo, mientras apurábamos unas patatas fritas o unas almendritas igualmente grasientas bien remojadas con un digestivo gin-tonic.
Ya el domingo por la mañana; sobre las diez y media, coincidiendo con lo mas placentero del penultimo, reparador y festivo sueño; alguien volvía a tocar el timbre… Siempre pensaba que tendría la suficiente sangre fría para no abrir; pero como insistían me asaltaban las dudas...al final, invariablemente eran ellas, dos mujeres menudas, entradas en años, con pinta de monjas modernas, de las que no llevan hábito; con sus libritos, sus revistas y sus presunciones de conocer la verdad sobre todo. Testigos de Jehová. Yo soy un poco cortado para darles con la puerta en las narices, así que aguantaba como podía la retahíla de preguntas, las mismas de la semana anterior... y sus estrábicas opiniones sobre lo que ocurre en el mundo. Hasta que reunía el valor suficiente para intercalar entre sus aseveraciones la necesidad imperiosa que tenía de salir y la imposibilidad de seguir atendiéndolas. Se marchaban no sin antes prometer aciagamente su próxima visita, al domingo siguiente, para seguir intercambiando opiniones.
He de comentar también que vivo, por suerte o por desgracia, justo al lado de la iglesia de mi pueblo; iglesia que tiene un campanario automatizado de lo mas moderno y que, como no cuesta mas que darle a un interruptor...nos obsequia a los vecinos con tres tandas de llamadas de campana por función religiosa, para recordar a todos los cristianos, hasta a los sordos, el horario de las misas, que pobrecitos ellos, no deben de haberse aprendido aun.
Una cada cuarto de hora; en total 15 series de campanazos de todos los timbres y tamaños cada domingo y fiestas de guardar, mas las llamadas a entierro y el ángelus..., los sábados por la tarde solo seis, para aquellos que quieren pasar el domingo viendo la tele pero no aguantan el remordimiento.
Así que, totalmente convencido, por lo menos del poco tacto divino a la hora de elegir sus representantes en la tierra; harto ya de que me fastidiasen los fines de semana impunemente tomé una decisión:
Desde hace ya algunos meses dedico los fines de semana a visitar las casas de la gente, a convencerles de que no existe ningún Dios y de que si existiese, sería un impresentable.
Vamos... mis amigos y yo, con zapatillas deportivas, chandals y camisetas de colores chillones; tocando el saxo, las bandurrias y guitarras para anunciar nuestra llegada...y para joder mas, todo sea dicho;... puede parecer increíble, pero mucha gente nos hace pasar, nos ofrecen café y pasteles; a veces hasta nos dan de cenar huevos fritos con pimientos. Nosotros por nuestra parte; también invitamos a cerveza fría y taquitos de queso al personal... a la salida de las misas, ceremonias y cultos... y regalamos pegatinas, comics de Quino y libros de Kai Nielsen a los niños.
|