Visiones

Durmiendo, reclinada su cabeza hacia un costado… ¿Que hacer hoy? ¡Una lista de tareas! Las tareas que debe realizar Lau no son muchas. Luego de llamar: al super, a la carnicería, al vidriero, a los mataperros, se desacelera para recordar que segundos antes estaba durmiendo. Dormir tres, cuatro horas por día no es lo mejor le recuerda siempre el médico. No es el stress lo que te mata, eres tú la que te mueres, en una palabra: te matas. Con éxtasis el día se le pasa rápido. Se decide por levitar y apagar el televisor, ya que no escucha el sonido. La aspiradora o lo que fuera aquello, si que lo escucha, pero no logra localizar el interruptor de la luz. Una sonrisa se dibuja en el horizonte y no precisamente la de Lau, es su tía, advirtiéndole que si sigue así se va a matar antes de lo que planeaba. Que los tibetanos practiquen la levitación no significa que cualquiera pueda levitar y menos aún creerse una avioneta, recuerda Lau, insiste la voz de su tía desde alguna nube distante. Las nubes acumulan su furia dentro y los truenos dispuestos a empezar la zapada, despacio baldean los chaparrones que comienzan a inundar los pozos de asfalto. Es una tarde gris de repertorio variado, de pájaros al reparo de unas ramas quebradizas. ¿A dónde vamos hoy? ¡No vas a arrojarte por ese balcón, así que no sueñes con volar! Para empezar vas a limpiar la casa. Semidormida, semiconsciente, psicoactiva, escucha la voz en su interior, es la alarma o contestador automático que suena en la casa piensa, estridente, chillona. Susurra, gime, susurra, se frota la cara con ambas manos, se mira al espejo, agacha su cabeza y se lava la cara, vuelve a mirarse al espejo, los dedos, el espejo, que esta vez no está ahí, segundos antes podría jurar que sí, se dice, mientras rastrilla su cabello enmarañado. Algo tensa, mueve su cola, estira sus brazos, y agarra la escoba que descansa en la pared. Agitada, nerviosa, hora de la pastilla, se pone a limpiar y refregar, hora de la pastilla, y si primero tendría que haberme duchado, ¿No lo crees Lau? Habla consigo misma. Que tonta que soy. Soy una Inútil total, ¿Donde está mi espejo? Y el piso que sucio que está. La acústica no es la mejor, la armonía de su voz no se ve favorecida, es tapada por el ruidito de crocante lluvia. Ve sus pies borrosamente, como si no los tuviera. Estás loca a Lau, le dice su propia voz subconsciente, la Lau incorpórea, inmaterial. Creo que ya estoy despierta, se repite una y otra vez, se enjabona con shampoo, y se deja caer en un rincón de la bañera, siente pena, una incontable pena y sus lágrimas juegan y conversan con las gotas de lluvia mezclándose en un solo afluente de río que ya la esta ahogando, ahoga su voz y su cuerpo, susurra. Con el agua hasta el cuello, y la nuca apoyada en el borde, sus ojos parpadean velozmente, y su cuerpo se desliza lentamente. Las afiladas gotas golpean en su rostro. Con una mano araña la cortina, patalea y se duerme.