Clara, cariño:


Has hecho bien en sincerarte, porque hasta ahora no me atreví a expresar todo lo que sentía hacia ti, el temor a tu renuncia e incluso burla pudo más que mi valentía de hombre calladamente enamorado. Pero no quiero perderte. Así que seré franco: te deseo, te quiero y te amo. No es ningún capricho.

En estos cincos meses de cibernética relación entre ambos un proceso de lenta colmatación se ha apoderado de mí. Estrato sobre estrato, una noche de soledad y destierro te imaginé bella y rutilante, en camisón, desbrozando una hebra de cabello con la mano, peinándote frente al espejo: en la fulguración del deseo me contemplé innoble, obsceno, así que pretendí olvidar lo que vino después. Lo tenía prácticamente olvidado cuando volvía de nuevo, un ciclo recurrente y atolondrado propio del adolescente inmaduro. De tal forma se fueron sucediendo noches de salvaje ternura que le iba regalando a la anatomía de tu imagen recordada.

Me di cuenta de que te quería cuando el deseo tornó diurno, anhelaba pasear contigo por la calle enlazándote por la cintura, no sé cómo huelen tus sueños: tampoco tu perfume, ni tu piel, no reconozco tus gestos, ni tus inflexiones, apenas tu ironía o tu risa. Deseaba y quería tener eso sin poseerte ni obligarte a nada, como un don o un obsequio que me harías sin razón aparente, simplemente porque sí. Estrato sobre estrato me doy cuenta de que te amo, de que no puedo dejarte marchar, de que durante el resto de nuestras vidas quiero y creo que soy capaz de hacerte feliz.

No tengo miedo a las distancias geográficas, yo precisamente que viajo tanto, sino a las diferencias de almas: desconozco muchos de tus gustos, costumbres, hábitos, pormenores domésticos, nimios o importantes, ignoro tus expectativas, espacios vitales, tus necesidades como persona, tus intimidades como mujer. Te pido tiempo, tiempo y paciencia para adaptarme, quiero que me enseñes cosas de ti, como ya te escribí alguna vez de forma genérica, prefiero adentrarme en tu alma antes de internarme en tu cuerpo. Mientras no quieras aún lo segundo, sabré esperar.

Londres sería buena cita para nuestro encuentro. Mirando en Internet he visto la abundante combinación de vuelos que hay entre Buenos Aires y Heatrow. Tengo que ir la próxima semana a la firma de un convenio de intercambio académico U. de Oxford/Complutense. Si te animas, hago otra reserva en el Hotel Commodore, a un tiro de piedra de Hyde Park. Te adjunto fotos. No te sientas en el compromiso. Lo entenderé perfectamente.

Eugenia me ocultó la biopsia que se hizo para no preocuparme, eso está claro. Pero en la autopsia del informe forense no consta mención alguna de que tuviese un tumor cancerígeno. Sigo sin entender nada, la verdad. Podría solicitar al juez una exhumación de los restos para practicarle una necropsia y confirmar resultados. Aunque dudo si merecería la pena. Quizá fuera mejor dejarla descansar. No sé.


Te extraño. Y te amo. Ya lo sabes.


Un beso en tu corazón.
Augusto