LLAMAN A LA PUERTA
Cris como le llaman sus amigos es un hombre negro, jóven de unos 30 y tantos y aquel día cuando los primeros rallos de luz entraron por la ventana de su habitación y golpearon su cara abrió los ojos, era un nuevo día y como casi todos los días había despertado de buen humor, sonrió satisfecho hizo la cama tomó un vaso de sumo de naranja, dió de comer a su perro blanco y a su gato negro y mientras se disponía a preparar su desayuno escuchó como alguien llamaba a su puerta.
Se trataba de Janh, un hombre blanco de unos 25 años, iba elegantemente vestido zapatos de charol impecables,un maletín de empresa en la mano derecha y una placa identificativa en el pecho en la que se podía leer su nombre edad y en letras mayúsculas las palabras Jesúcristo, Cris le sonrió y le preguntó a continuación:
“Qué quieres hermano?”
Janh le devolvió la sonrisa y le contestó serena pero decididamente:
“He venido a enseñarte la palabra de nuestro señor Jesúcristo”
Cris se mostró un poco sorprendido pero en seguida recuperó la sonrisa y lo invitó a pasar
Al entrar en el salon Janh quedo consternado, era un salón totalmente blanco con ventanales amplios y sin un solo mueble o electrondoméstico, ni sillas ni mesa ni sofá ni televisor, nada solo una moqueta blanca en el medio y un escaparate de madera blanco en una esquina repleto de cds y vinilos de jazz, Cris le imvitó a ponerse comodo al tiempo que se sentaba en la moqueta blanca, Janh lo dudó un segundo y luego se sentó a su lado.
“Dime”-dijo amablemente Cris.
Janh abrió su maletín sacó una biblia negra miró a Cris a los ojos y le dijo:
“Quiero que conozcas a Cristo el hijo de Dios que murio en la cruz para pagar por nuestros pecados, y quiero que su palabra se anide en tu corazón para que puedas encontrar la verdadera felicidad y la verdera paz”
A Cris todo aquello le tomaba por sorpresa pero no podía evitar sentir cierta curiosidad asi que dejó a su invitado proseguir.
Janh abrió la biblia lo hizo exactamente en una hoja que contenía una ilustración a página entera, era un hombre blanco alto flaco y con cabello largo, vestía linos blancos e irradiaba luz a su alrrededor, Janh mostró la ilustración a Cris al tiempo que afirmaba con calidez y convicción:
“Él, el es nuestro señor Jesús de Nasared”
Cris miró la ilustración atónito y no pudo evitar reirse...
Janh se sintió ofendido y a pesar de sus intentos no pudo lograr disimularlo asi que Cris le dijo:
“Disculpa hermano no era mi intención ofenderte”
El jóven evangelizador no dió más importancia al asunto y prosiguió con su discurso, durante los siguientes 20 o treinta minutos Janh narró a Cris los echos más importantes de la vida y obra de Jesucristo, Cris escuchaba atento y sorpendido la versión que Janh narraba, había de todo: proesas y aventuras, milagros de todos los tipos, suspense, romance y traición, dada la forma de narrar de Janh, Cris dedujo que para él se trataba de algo muy serio, pero a pesar de ello no pudo evitar reirse una o dos veces, esto molestaba mucho a Janh aún asi haciendo alarde de una gran paciencia siguió con la historia, además notó que en ciertas partes como por ejemplo al hablar de Maria Magdalena o de los padres de Jesús: José y María, Cris se mostraba pensativo con un a mirada casi triste o melancólica, al terminar con el relato Janh recalcó la importancia de ser un buen cristiano después de esto abrió su maletín rebuscó en un bolsillo, sacó el puño cerrado lo abrió delante de Cris, era un pequeño crucifijo Janh miró a Cris y le dijo:
“Toma esta cruz es un regalo de nuestra iglesia para ti”
-Ho no, eso no por favor- respondió Cris con una expresión de miedo en su rostro
-No quiero saber nada de cruces, llévatela guardala tírala, dásela a otra persona pero a mi no te lo ruego-
Janh no pudo mas aquello había acabado con su paciencia asi que dijo.
“Está bien disculpa, adios”
Se levantó cojió su maletín caminó hasta la puerta y se fue sin hacer ruido.
Cris se quedó sentado en el medio del salon mirando a su alrrededor, miró a su perro blanco tirado en su rincón de siempre y luego se miró los brazos, allí estaban, en cada muñeca había una cicatriz obalada y profunda que le atravezaba el brazo de lado a a lado, casi dos mil años habían pasado desde aquel día y aquellas cicatrices seguian en su cuerpo como si hubiese sido ayer, inclusive en los días frios de invierno Cris podía sentir el filo de la lanza clavarse en su costado izquierdo, permaneció con la mirada perdida un momento y dijo en voz baja como pensando para si mismo...
“¿Qué pensaría mi padre de todo esto si siguiese vivo?”
|