Mirada lejana y altivo el rabo,
el pelaje acompaña el andar pausado.
Amarillos los ojos entrecerrados,
misterio y hechizos en su pasado.

Aspecto plomizo con copos nevados,
y patas mullidas de color rosado.
Me observa distante, desinteresado,
y deambula el gato por los tejados.

En suaves estuches aterciopelados,
sus garras, sus sables van envainados.
Maullido ronco y un tanto hastiado,
blancos los bigotes un poco ondulados.

Voltea y camina a paso pesado,
en dos volteretas se encuentra a mi lado.
Me mira y se queda un rato sentado,
el ceniciento gato de los tejados.

Ronronea gustoso si es acariciado,
zigzaguea en las piernas entreverado.
Un poco de leche, jamón y pescado,
para el vagabundo que me ha visitado.

De caricias y alimentos ha quedado saciado,
y de tanta compañía ya se ha cansado.
Corre arrogante, se queda alejado,
y se marcha el gato de los tejados.