Vampiritos, oscuras criaturas.
El vampiro, Chiaguaxsa, mas pariente de Caín que de Drácula, llegó a un mundo hostil, fatigado y con hambre, y encontró refugio en su hogar. A Demian, que lo había visto entrar al cementerio, lo invadía el pánico, o porque no le gustaba verlo tan pálido, concibió el plan de querer matarlo. No se acostumbraba a tener de vecino a un vampiro. Chiaguaxsa caminaba distraídamente y sé encontró con una vampira, que en realidad era una mujer tan atractiva como despiadada, y se transformaba a voluntad sólo con luna llena. Desgraciadamente, no resistió el embrujo de sus ojos, y el anhelo de su romanticismo de siglos pasados ya no sería una utopía ante el impulso de la obsesión de dejar la vida mortal. Ella saboreaba la sangre con la juventud no recuperada, sed y hambre atroz. Desmenuzaba perros y gatos sin disimulo, su delicadeza recaía en decadencia y ya se comportaba groseramente, sus vecinos sospecharon, del mismo modo, el espejo. -De avisarle a la policía- pensó Demian, creerían que he perdido la razón. ¿Donde bajó Chiaguaxsa?. No lo sabía con certeza, pero si lo había visto merodeando a través del cristal de su ventana empañada, y se lo había cruzado en varias ocasiones, Demian -como buen deportista-, corría de noche. No podía evitar pasar frente al viejo cementerio, cerca de su casa y con las puertas abiertas. -O tendré que saltar- pensó. Alicia, se trasladó de Transilvania a Rusia y de Rusia al pueblo Vampirizado, según alegaba, un rumano, al que llamaban Drácula, su pariente de sangre, estaqueado, no quería convertirla, ahora, desdeñada por los ojos del Señor y ausentada de su viña, vagaba por la niebla de la siniestra noche. Demian no perdió tiempo en regresar a su casa y, sin hacer malabares, abrió la puerta, sostuvo en sus manos la herramienta que retiró del cofre polvoriento y volvió al cementerio caminando despacio y sin apuro, tal fue su sorpresa que en la calle, se inmovilizó ante el murciélago espectro, -falsa alarma- se dijo, a los dos pasos, la sombra chinesca se paró frente a el, chiaguaxsa y demian quedaron frente a frente, observándose, sin emitir palabra alguna. No fue mala suerte, porque Chiaguaxsa se elevó al ver el filo de la punta que Demian transportaba en su mano. -De hacer hipnosis retrógrada estoy seguro que diría que lo que ví fue un vampiro-, pensó. Sin vacilar, penetró en el cementerio. Escuchó una voz que le decía: no hay nadie cerca. Demian no había estudiado la posibilidad del desierto panorama, al igual que su amiga fotógrafa no contó bien: muchos vampiros convertidos. Que bella es, pensó Demian, le gustaba que los hombres la desearan y no le importaba lo que las otras mujeres pensaran de ella, ni siquiera la siniestra gente del pueblo. - ¡Ah! es tu fotografía- bromeó Demian-, muestrame la otra, la del hogar, tumba de Chiaguaxsa, y que pensaste: -¿Qué yo soy una vampira?- le contestó la fotógrafa amiga-. Al ratito, ambos se dirigieron al cementerio, -los que matamos están aquí- decía el cartel que sostenía uno de ellos, la fotógrafa y Demian titubearon, -los mataremos aquí o moriremos aquí- se dijeron en susurros, descubrieron que eran una docena y media de malditos vampiros, así que se las arreglaron y pasaron entre ellos, filo punzante en mano, y lograron matar a Alicia y a Chiaguaxsa, acostumbrados a reposar en sus cómodos aposentos, al fin y al cabo no se resistieron murmuró Demian, la fotógrafa sonrió, sin embargo, ya era tarde, el sol no se apiadó de Demian y la fotógrafa, se convirtieron en polvo de huesos.
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