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Inicio / Cuenteros Locales / IsmaelGumucio / Carta de Protesta a un Canal de Televisión

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Estimado Director Ejecutivo de Televisión Nacional de Chile

Sr.Pablo Piñera Echeñique
Presente

Le escribo esta misiva con el único propósito de manifestarle el descontento y desilusión que me provocó conocer de cerca la realidad de su estación. Usted, como representante legal de TVN, me va escuchar, o en su defecto, tendrá al menos que leer la presente su secretaria unipersonal. Óigame bien, es inadmisible que se me ofenda de tal manera ¡y en mis narices!

Me explico:

Nací una tarde más bien gris, un día que no coincide con ninguna efeméride de consideración y en el seno de una familia acomodada y conservadora, vale decir, puritana y sin humor. Yo, sin embargo, me rebelé. En mi adolescencia hice notar mi inclinación por las tablas, participando en festivales interescolásticos, con lo cual de a poco me percaté de que era ésa mi vocación. Iba a castings de comerciales, mas nunca quedaba, y si corría mejor suerte me enfermaba el día de la actuación, y debían reemplazarme. La suerte, al menos la buena, definitivamente no estaba de mi lado.

Salí del colegio y les comuniqué a mis padres que actuaría el resto de mi vida. Se opusieron, pero tras un largo y arduo tormento logré convencerlos. Jamás me llamaron para nada: ni obras de teatro, ni películas, ni miniseries, ni telecebollas, ni spots, ni cortometrajes, ni nada de nada. Ni siquiera los payasos que actúan en las micros accedieron a trabajar conmigo, y eso que les ofrecí mis servicios completamente gratis. Es más, un sobrino mío de segundo básico debió en cierta ocasión hacer un video que tratara sobre las tentaciones para su clase de religión. Le rogué y le rogué que me dejara actuar en su trabajo interpretando a un monstruo que representaba a la mentira. Pero nada; parecía que el mundo entero se había vuelto contra mí.

Fue entonces cuando comencé a deprimirme. Pensé que quizás no servía de actor. Intenté ser músico, verdulero, “sapo” de las micros, chofer del metro, malabarista, et queterae. Pero nada: lo mío era actuar o morir en el intento. Tuve numerosas sesiones con mi psicoanalista e hice varios cursos de crecimiento personal. Leí a Paulo Coelho, me redescubrí, entrené mi chacra de la cadera y me rejuré que lo iba a lograr.

Cierto día, un llamado telefónico me hizo el hombre más feliz de este injusto planeta. Me llamó un amigo -uno de los pocos que me quedaban- diciendo que a través de un contacto se consiguió para mí una participación en TVN, ya que él trabajaba de camarógrafo en el canal y pudo convencer a un productor de mi capacidad actoral. Salté loco de alegría al escuchar aquello. Sí señor, ¡era mi sueño de toda la vida hecho realidad!

A los pocos días recibí una segunda llamada de mi amigo. Esta vez la noticia era aún mejor, pues el papel era en nada más ni nada menos que en la teleserie vespertina, y por lo tanto compartiría escena con Claudia Di Girólamo y otras eminencias del negocio. Podrá Ud. imaginarse la dicha mezclada con un agradable nerviosismo que sentía en ese momento.

Pues bien; llegó el gran día. Me sentía el ser más afortunado de la historia al cruzar las puertas de vidrio de Televisión Nacional. A esas alturas, mi pasado estaba sumido entre la niebla. Sólo pensaba en mi suerte, en la fama, el reconocimiento en las calles, las mujeres gritando por mí, los autógrafos, las entrevistas en TV, el dinero, el prestigio, y por sobre todo una cosa: la cara de arrepentimiento de mi familia al verme ganador, adinerado y superfluo.

Pero resultó ser todo lo contrario. Ese mismo día me enteré que el canal estaba escaso de extras, y mi papel consistía en personificar un diariero que aparecía en pantalla no más de 5 segundos.
- Señorita, tengo La Cuarta, Las Últimas, La Segunda...
- Déme La Segunda.
- Gracias, dama.

Corten, se imprime.
Y eso sería todo.

Por eso, míster Pineda, he quedado -y con justa razón- sumamente resentido con usted y su estación televisiva. Me dieron falsas esperanzas, me engañaron.
¿Es que no saben reconocer a un gran artista? Realmente no lo entiendo.
¿Todos los años de estudio y sufrimiento para eso? ¡¿Para salir 5 segundos en una teleserie de porquería?! ¡¿Y vestido de vendedor de diarios?!

No puede ser cierto.

Desde aquel fatídico día, rezo cada mañana al despertar por la paz en el mundo, por los pobres, los desvalidos, por el hambre y por las injusticias. Y rezo, también, con el doble de fervor para que los guionistas de Canal 13 escriban una teleserie maravillosa que marque 60 puntos de rating.

Para que veas lo que se siente, viejo fornicado.

Texto agregado el 07-03-2003, y leído por 1180 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
01-10-2005 Sencillamente bueno, muy bueno. estoy en el calor de mi hogar, en compañía de mi mujer y mis dos hijos y te hemos leido en familia, lo disfritamos y gracias por el momento que nos has regalado. Una reflexión : "Los actos de la vida son como gladiadores en un coso romano, unos están en la arena, mientras otros observan extasiados". Nos seguimos leyendo. Para tí *****. luisalbertocastro
19-01-2004 me gustó bastante Makea
30-03-2003 ajaja...no prvaste en el chilevision? o en el catolico??jaajaja..ya se...armate un reality en el mega...ahi si ke se vive... ( talla para chilenos tbjajajja) dulcilith
30-03-2003 no hay machos como los mercader!!!... suerte pa la próxima blanquita
23-03-2003 A veces te haces pequeño, y pierdes lo agudo. La capacidad, sin embargo, de transmitir la miseria, de transmitir la frustración inventada es NO-TA-BLE...Muy, muy bien, señor. Me gustó mucho el final. A propósito: ¡¡macho, macho, macho!! (Chiste sólo para chilenos) MarceloArrakis
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