Han habido dos momentos en mi vida en que he tenido la sensación de libertad absoluta. Y no es que hoy no lo sea, pero nuestra capacidad de autodeterminarnos se va anquilosando por el tejido de nuestras propias definiciones, objetivos y metas, hasta el punto en que nuestra vida se vuelve un camino con un destino claro. A veces hacia donde siempre quisimos ir, otras hacia donde nos arrastraron una serie de pequeñas decisiones aparentemente inconexas y sin importancia. Hoy me siento donde quiero estar, feliz, pero con un camino trazado. Algunos eventos me han recordado que no siempre todo está en mis manos y a veces hay factores externos que bloquean el camino. Creo que había perdido la practica pues me invade una sensación de impotencia…

…Conducía hacia el sur por la I-5 desde Mission Viejo hacia San Diego, en un auto deportivo rentado. Cinco pistas a mi disposición. El panel indicaba 120 millas por hora (unos 190 Km/hr). Cuando el camino ya rozaba la costa, el sol se ponía a mi derecha sobre el Pacífico en infinitos amarillos y anaranjados, mientras el aire cálido de South California entraba por todas las ventanas abiertas y se arremolinaba en mi cuerpo, regalándome un masaje exquisito, al tiempo que por las mismas escapaban, casi como un himno de libertad, las notas de Hotel California…

…Esa fue la segunda vez que sentí que podía ir a cualquier parte