La pequeña sombra
cayendo en las precoces horas
son las mismas que he visto, llorar.

Es en este reconocimiento
que pretendo esculpir
tú orla, y con barniz seco.

Dime cual es tu nombre,
si es posible, para deshacerlo
de la blanca estela que has dejado.

Si la vida se extiende
más allá de la brecha
que esta por cerrarse,
no digas que no crees en mí.

Con tus manos; cobra
lo que es para ti, sin el miedo
a ser descubierta; por lo que me das
cuando me miras y yo; aparto la mirada.

Comprendo como te entretienes
hurgando todo lo que queda a tu paso
conjugando lugares y órdenes,
si es a derecha, al otro lado;
todo es igual.

Pruebo con mucho temor
las puntas de tus dedos,
tengo recelo al igual que tu,
que el sol nos alumbre y todo,
que todo se pierda.

Busco nuevamente la blanca estela
que has dejado, sin éxito, ya el temor
se ha desvanecido en esta estadía
y marcado en dorado se lee tu nombre,
con el barniz seco, con espuelas a los lados,
y allí me acuesto a botar
todo lo que me ha sobrado.