Ha pasado el tiempo desde entonces. Y acaso, ¿esta fue la última vez? me pregunto sin encontrar una respuesta certera, desde tu no sé como decirlo… tu huída fugaz, tu partida, tus mentiras y ya no sé si tus verdades, no he hecho otra cosa que divagar entre miles de posibles explicaciones, entre cientos de incertidumbres y recelos.
Tu ausencia insoportable me ha forzado a enfrentarme a la crueldad del espejo que abruptamente me lleva a descubrir que quedó de mí misma después de tu huracán, del torbellino que me dejó tu silencio intolerable y frío que acompaña mis noches desde que no estas.
No fue nada sexual, es cierto, ahora creo que demasiada profundidad te ahogó, era excesivo para ti ¿verdad?, no pudiste manejarlo, no supiste enfrentarte y enfrentarme más allá de la frivolidad y el vacío. Decidiste cambiarme por un trozo de carne, por un chivo expiatorio de deseos incontrolables y paroxismos desenfrenados, y yo como una estúpida creyéndome que era posible hablar de la felicidad con mayúsculas, del amor espiritual y magnificente. Es triste ver como el hombre se revuelca en su propia decadencia, en su podredumbre, en su insultante simpleza y se niega a mirar más allá.
Hoy a media luz me he sentado a ver caer la tarde, me acompaña La Maga de Cortazár, El Amor las Mujeres y la Vida de Benedetti, una brisa tibia, buena compañía para un alma tan desolada, pero no es suficiente, porque aunque no quiero reconocerlo, me faltas, me dueles y nada puedo hacer, todo lo que pude dar no lo di, pero esto se acabo, y me angustia saber que no queda nada, que no hay continuación en esta historia, debo dejar de prolongar tu existencia, de esperar, esperarte, de creerme y negarte, pero… ¿cómo hacerlo?. |