Los sauces de mi jardín palidecen al ver mi demacrado rostro. Un murmullo a lo lejos me trae recuerdos tuyos. Es tan larga la espera. Un día más sin saber de ti. Sin tocar la paz.

Recuerdo la primera vez de todo perfectamente. Sé reconocer al instante la primera vez que te vi. La primera vez que tus labios hablaron para mí. La primera vez que tus labios se posaron en mi cara…

Lo difícil es saber reconocer a tiempo que fue la última. Por qué nadie avisa de que va a ser la última vez. La última vez que hablemos, la última vez que me das un beso, la última vez que te voy a ver…

La gente sale de nuestras vidas sin avisar:

Nunca te dicen que va a ser la última vez que vais a pasear juntos. De saberlo alargarías ese paseo y lo aprovecharías al máximo, aunque te estuvieras pasmando de frío y fueras a resfriarte.

O que va a ser el último regalo que te hacen. De saberlo, lo guardarías como un tesoro. En lugar de arrinconarlo.

Tampoco te avisan de que va a ser la última posibilidad de ver a alguien. Si lo supieras harías lo imposible por estas allí y por decir lo que no te atreves a decir.

Si yo hubiera sabido reconocer a tiempo los últimos momentos como sé reconocer los primeros…

Recuerdo la última vez que le vi, sin saber que sería la última. Recuerdo su sonrisa, la luz de sus ojos… todo lo recuerdo. Más no puedo hacer nada ya. De haberlo sabido… ¡Cuántas cosas habría cambiado…! Palabras no dichas, sentimientos acobardados, todo lo que mis sauces callan ahora.
Un murmullo en mi cabeza me dice que nunca sabré distinguir las últimas veces, tan sólo puedo pensar que debo vivir todas como si fueran la última para que no me pille la verdadera sin descubrir mi alma.