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Siempre quise saber cual es el algoritmo que lleva a un tenista a decidirse por una pelotita en particular en detrimento de las otras. Para mí todas son iguales en su redondez amarillo-verdosa. Pero para ejecutar su saque el tenista suele, indefectiblemente, pedir al ballboy tres o hasta cuatro bolas, desechar una o dos y guardarse otra en el bolsillo. Sólo una de ellas queda en la mano izquierda (en la derecha, en caso de que el tenista que está imaginando el lector sea zurdo), sólo una bola, la que sentirá el acelerado golpe de la raqueta, la que quizá en unos segundos más estará dejando su huella en la T del lado opuesto de la cancha o atropellando la red para convertirse en una aborrecible doble falta o -¿quién se atrevería a aseverarlo con certeza?- generando señales nerviosas dirigidas a las cuerdas vocales del juez de línea: out!

Del mismo modo, también siempre quise saber por qué los escritores eligen desarrollar en sus cuentos un tema en especial desechando otros tantos posibles. ¿Qué es lo que hace sentir a un escritor que un tema es suyo, que podrá domar ese potro dejando a los otros correr libremente como un agua de la que no habrá de beber? Se pone un día a leer sus ideas; a dejar unos y eliminar otros de entre los X o Y argumentos que tiene minuciosamente anotados en un cuaderno o en un archivo de texto.

-- Este sirve. Este no corre. Tampoco éste. ¡Pero qué idea tan ridícula! Dios mío, éste es brillante; soy un genio. Este no. Borrar. Desechar. Este tema es magnífico.

Y entonces escribe. Y entonces el argumento elegido para ser desarrollado va cobrando forma en el papel o en el monitor. El estilo va imponiendo su ley. Fragmentos desordenados de las miles de páginas leídas y la entremezclada voz de los autores emergen desde algún rincón de la memoria y acuden al llamado. La respiración de la prosa -tan femenina como la noche en algún texto de Octavio Paz- se va solidificando sobre el papel (encendiendo y apagando bits en el disco fijo). Entonces, tras el punto final, hay un cuento más, un nuevo habitante que engrosa las planillas estadísticas del mundo de las letras.

Y los otros, los borrados, los no nacidos, los ahogados en el líquido amniótico o ahorcados con el cordón umbilical aguardarán allí, parsimoniosos, el momento en que otro escritor los conciba, los arranque del universo de las ideas, y los coloque en un cuaderno o en un archivo de texto. Y cruzarán los dedos deseando tener suerte cuando llegue el momento mágico en que el nuevo candidato a parirlos realice su selección, su criba a la manera de un Eratóstenes que en lugar de cribar números emparentados se dedicara a separar el arrogante oro de las atardecidas arenas de la orilla de un río.

Texto agregado el 23-02-2007, y leído por 165 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-03-2007 Profundos laberintos tienes en el alma, en los sesos y en los dedos, interesante te descubres para mí, gracias.+++++ impresa
01-03-2007 Muy buen texto, hace aflorar tu estilo y toca de lleno la enigmatica problematica, al menos para algunos,sobre la libertad.***** chaja
26-02-2007 ***** buen escrito besitosss NIL... nilda
23-02-2007 Yo no elijo la bocha del saque, supongo que ella me elige a mí y produce un leve cosquilleo en la palma. Lo mismo sucede en el caso de los cuentos. :) buen texto harryhaller
 
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