Terminaba de leer a Jorge Edwards, era la primera novela que leía de el, no lo conocía, hablaba de su tío Joaquín, gran escritor Chileno, según me comenta mi hermana (profesora de lenguaje) como Jorge lo denomina en su novela, “El inútil de la Familia”, el libro me lo regalaron en mi cumpleaños numero 30, fue el regalo de un tío político, dicho sea de paso, es un tío-amigo, muy buen amigo…mi tío me lo regaló y escribió una dedicatoria para mi, cuando lo recibí, sabiendo de mi afán por la lectura, pensé: ¿No me habrá querido decir algo?, ¿no habrá querido mi familia entera decir algo?, y por alineación planetaria se fundió en un libro regalado…comencé al leerlo, con sincero recelo, ya que la literatura latinoamericana no era de mi agrado, todos lo sabían con solo entrar a mi dormitorio y ver títulos como ”El caso de charles dexter ward”, “Drácula” , “Codicia fatal”, “Como vienen se van”, “Introducción a asesinato” , “La conspiración de juicio final” , “Las aventuras de sherlock holmes”, etc,
Todo indicaba que la novela de Jorge Edwards tratando de ganarse un lugar en mi repisa sufriría las burlas del resto de los autores que ya se habían ganado con creces un lugar en mi mente, sufriría los abominables horrores descritos por Lovecraft, sufriría de la impresionante lupa deductiva de Arthur Conan Doyle, sufriría las grandes intrigas de Sydney Sheldon y sufriría las persecuciones de James Hadley Chase…
Me interné en las paginas de Edwards, en gran medida por lo que representaba el titulo de la obra en esos días de mi vida: “El inútil de la familia”, ya que por esos días yo enfrentaba el maximo dolor y frustración de mi vida, que de momento guardaré para otra historia…
Me permito tutearte Jorge Edwards, ganador del premio nacional de literatura y muchos otros reconocimientos, bastante merecidos al parecer, me permito tutearte por que lamentablemente solo conozco una novela de tu obra, que cayó como un regalo a mis manos, y en esa obra, veo representada mi incipiente tendencia a escribir, por cierto, no tengo el talento de Lovecraft, ni de Chase, ni de Sheldon, ni de Nicholas Meyer ferviente devoto de Conan Doyle, pero en algo coincidimos, pero como solo conozco un eslabón de tu obra “El inútil de la familia”, y además, lo leí cuando me sentía como ese titulo, que quieres que te diga, tu novela fue analizada tal como ya te conté, por todos los autores residentes en mi mente y por cada uno de sus métodos, acompañó esta inspiración un par de copas de vino aguado, a años luz del champagne disfrutado por tu tío Joaquín en los suntuosos salones franceses.
Pero en algo coincidimos Jorge Edwards, ni tu ni yo, tenemos el talento de crear mundos ni personajes sin haberlos vividos, necesitamos de la experiencia, de esos modelos reales como tu describes en tu novela, la única que he leído de ti insisto, tal vez me equivoque completamente, cuando termine de leer tu obra completa, tal vez opine lo contrario, y gustoso estaré de decir que me equivoqué, pero de momento, tal como ya lo mencioné, me topé contigo en una época donde aparezco como el inútil de la familia, en realidad, en mi familia soy el mas prospero de todos, pero en mi interior, tu titulo me representa…
Me habría encantado contarte a ti, y más aun a tu tío Joaquín mis andanzas, para que pudieras ver por que la palabra “Inútil” dice tanto en mi familia como en la tuya, tal vez, ¿y como sabes?, tal vez tu tío Joaquín o tu hubieses podido retratar de mejor manera con su prosa las andanzas, éxitos y frustraciones de este chileno descendiente de europeos pero sin la participación económica y política de tu familia en el país, digo esto sin el menor gesto de envidia ni resentimiento, sino que de la perspectiva de mundos totalmente distintos, tal vez Joaquín Edwards, mira con orgullo y agradecimiento tu novela llamada “El inútil de la familia”, pero también, tal como conoció el barrio estación, sabe que su obra llegó también hasta aquellos lugares de la calle Borja y Exposición, Joaquín, no solo te quedaste en la memoria de los Edwards, sino que también, en la memoria de los Saavedra….
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