Dios hizo la tierra, con sus montañas, sus ríos y sus lagos. También la decoró con estrellas colgadas del cielo. Con copos de algodón hizo las nubes. Con el fuego de los volcanes encendió el sol, y para que algunas noches no fueran tan oscuras puso allí la luna. Creó a los animales y todo aquello que hoy existe. Por último dio forma al barro y le insufló el don de la vida: había nacido el hombre y de la costilla de él, la mujer.
El séptimo día se echó a descansar y algunos dicen que hasta hoy no hace otra cosa. Hay quienes quieren despertarlo porque desde entonces los hombres aprovecharon para hacer algunas travesuras tal como crearlo a él a su imagen y semejanza, o crear una serie de leyes y preceptos. Seguramente al despertar sólo va a preguntar si nos amamos, si somos felices.
Un hechicero preanuncia que los terremotos serán cada vez más seguidos, los vientos más fuertes y que los polos se iran derritiendo. Quizás sea sólo una señal de que Dios se está desperezando. Era hora de que despierte. Los hijos de Adán nunca estuvimos preparados para ocupar su cargo.