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Todo sucedió bajo la tristeza que solo un día soleado puede traer. El parque estaba infestado de padres con sus pequeños hijos jugando en el rodadero, de señoras con grandes bolsas llenas de increíblemente caros objetos que no necesitaban y parejas de adolescentes compartiendo una típica tarde mostrándole al mundo ese supuesto amor que se profesan. Yo, como siempre a esa hora del día, estaba esperando que pasara. Siempre iba con su bolso marrón colgado a los hombros, su cabello negro cayendo en su espalda, su bello rostro al cual nunca le vi una sonrisa. Jamás supe su nombre, no hablé con ella, ni siquiera me pare de mi banca en ninguna de las incontables veces que la vi cruzar el parque. Ella era mi musa, era la mujer con quien soñaba noche tras noche, sin falta, era mi pan de cada día.
El sueño empezaba siempre igual, empezaba en una noche fría, sin luna, en el parque, pero sin los padres, ni los niños, ni las señoras, ni las parejas, solo ella y yo. Una extraña melodía sonaba y como si lo hubiéramos planeado durante todas nuestras vidas nos levantábamos al mismo tiempo, nos tomábamos las manos y bailábamos, en una suave y hermosa danza, un vals psicodélico. Todo el sueño era así, la danza seguía por largo tiempo hasta que me despertaba solo en mi cama.
Ese día, ese extrañamente soleado día, las cosas fueron distintas. Aquella extraña, la cual había formado parte de mí desde el primer momento no andaba sola, estaba con un hombre. Su bolso marrón colgaba de los hombros de ese hombre, su negro cabello estaba sujeto de manera que no caía más sobre su espalda, pero la puñalada final fue su rostro, el cual por primera vez vi desfigurado por una hipócrita sonrisa. Nunca imaginé como terminaría la historia de los dos, una relación más sincera que cualquiera, esa relación que le presumía en silencio a esas parejas insípidas del parque. Ahora, esas parejas reían, pero no por la felicidad de estar al lado del ser amado, no, era una risa hiriente, se burlaban de mí, de mi desgraciada pérdida. Ellos sabían que no me quedaba nada.
Ahora es de noche, ¿cómo podré soportar el sueño por venir? ¿Bailaremos como antes? Pero más que eso la pregunta ahora sería ¿querré bailar con ella como antes? No sé, son muchas las cosas que no sé en esta vida, pero esta es la única que me importa. Yo soy el escritor de mi vida, esta novela que recién empieza, pero ahora busco mi musa, esa que tantas veces me inspiró para seguir escribiendo mi día a día, y lo único que veo es una mentira, no creo que pueda seguir así, mi inspiración a muerto. No me queda más que volver a empezar, mañana seré otro y ni siquiera lo notaré, por el momento creo que me voy a limitar a bailar por última vez.

Texto agregado el 23-02-2007, y leído por 1281 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
01-03-2010 La verdad me parece poco profúnda tu forma de escribír; las frases carécen de coherencia. JuanDavidCruzCastro
04-03-2007 un poco triste pero muy bello5* neison
28-02-2007 Porque no seguir soñando? nunca se sabe lo que puede ocurrir eslavida
 
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