No me cuento entre ese tipo de personas de las que se dice pacientes, así que os imaginaréis que apenas amaneció me tiré (literalmente pues vivo en una casita baja) a la calle y me uní al resto de personas que parecían perseguir con idéntico ahínco y precipitación que el mío, su destino o vete a saber el qué. Llegué pronto. Pero el anticuario tampoco se debe de contar entre esas personas de las que se dice perezosas así que hacía rato (parecía) que la tienda estaba abierta. La fortuna que ayer me fue esquiva hoy me ofrecía una oportunidad única en forma de una pareja entreteniendo al dueño con no se qué dudas sobre un bargueño s.XIX, situado nada más entrar, así que aprovechando esa coartada pude acercarme con menos miramientos que el día anterior hasta el cuadro en que me pareció haberme visto…..
Como quien no quiere leer la lista de supervivientes de un accidente temiendo encontrar el nombre de un familiar en ella, entretuve mis ojos en los detalles de la parte inferior del cuadro: los zapatos de color granate con ribetes dorados, las medias color canela y sin duda demasiado tupidas para el día de primavera en que parecía suceder todo, el collar de perlas (evidentemente bisutería) que adornaba el cuello….uff..ya llego.. ahí está la barbilla prominente, la boca ligeramente torcida, la nariz (aquí el corazón dio un pequeño vuelco pues de cerca no me resultaba nada familiar, y por fin….los ojos….
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Salgo a toda prisa de la tienda, aguantando a duras penas la risa, y provocando que el anticuario y la pareja de clientes me miren entre desconcertados y enfadados….
Con que me pareció verme…….eh?....Claro! ¿Sabéis a quien reconocí en aquella mujer de vida ligera de hace más de un siglo?....La siempre fastidiosa y beatona (¡Cómo te pareces a ella me dicen a todas horas!) …. de mi tía Matilda.
Creo que seguiré buscando quien fui en otra u otras vidas, pero esta vez…en el espejo. Ya os cuento.