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Con tu puedo...

Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

La muerte mata y escucha
la vida viene después
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha


Mario Benedetti

cap I
En Iquique, la madrugada del veintiuno de Diciembre del año mil novecientos siete se muestra gris, el puerto bulle de actividad, los trabajadores han paralizado sus labores en apoyo a los obreros del caliche que han bajado de la pampa para pedir se les aumente el salario. Se les pague con dinero real y chileno y no con fichas, que solamente sirven en la Oficina salitrera que las ha emitido. En el mismo lugar en donde se desloman arañando la costra del desierto para sacar el salitre, que será utilizado como fertilizante agrícola y en la fabricación de pólvora.

“Con tu puedo y con mí quiero, vamos juntos compañero” ese año dijeron los calicheros cuando decidieron bajar a Iquique. Se acerca la Navidad, los niños de la pampa también sueñan con algún juguete y sus padres saben que no les alcanza su salario más allá de lo necesario para comer y seguir bregando.

En la oficina San Lorenzo se inició la gran huelga, unos treinta trabajadores de esa mina pidieron mejorar su calidad de vida, esperaron respuesta y esta no llegó, los treinta y algunos otros que se unieron caminaron hasta la siguiente oficina a unos ocho kilómetros de desierto, así de oficina en oficina se fueron sumando ya no solo hombres, sino también mujeres y niños. En el puerto juegan los pequeños los pequeños habitantes de la ciudad y los niños que han bajado del desierto, en nada se diferencian, quizás solamente en sus zapatos, unos más gastados que otros. Es que la caminata de días y días bajo el sol de la pampa, gastó el calzado y endureció la piel.

El despertar de la mañana de ese día, 21 de diciembre, mostró las chimeneas del buque gris de la Marina de Guerra. El coronel Silva Renard bajó en primer lugar, desembarcó montando un brioso corcel blanco, su uniforme luce impecable, todas las medallas están pegadas en la chaqueta. Parece un nuevo Napoleón que vas tras la gloria en una batalla con los obreros de su mismo país. Trae ordenes precisas de terminar con la huelga a como de lugar y regresar a los obreros a sus labores.

En la Escuela Santa María también ha despertado la mañana. Algunas mujeres y ayudantes calientan agua para servir una taza de té y un pan que será el frugal desayuno. Para los niños habrá un poco de leche y un trozo de queso que día a día el pueblo de Iquique entrega a los huelguistas en señal de la mas profunda solidaridad.

Amador, ya despierto del todo, se arregla para reunirse con Marina del Carmen e ir a conversar con el cura de la capilla más cercana a pedir que les case; ambos mayores que no requieren del permiso de nadie para hacerlo; ambos son de la oficina Victoria. Marina logra entrar a la escuela en donde hay varios miles de huelguistas, se acerca a la cocina, su madre es la encargada esa mañana, se sirve una taza de té, Amador se acerca y besa levemente los labios de su morena.

Desde el puerto se oye los bronces de una banda militar, el coronel Silva Renard, inicia su marcha para cumplir con órdenes emanadas desde el gobierno que preside el señor Pedro Montt, su mandato dice que debe terminar con la huelga, y desalojar la escuela Santa María a como de lugar, escuela que la Intendencia Provincial entregó a los mineros para que alojen. A medio día, la escuela es rodeada por contingente de los regimientos Húsares y Esmeralda, se instalan ametralladoras en las cuatro calles, estas máquinas de muerte fueron bajadas de los buques anclados en la rada; el comandante de uno de estas naves, se dice que negó a usar las armas en contra de los trabajadores, el gobierno movilizó tropas acantonadas en la frontera con Perú, llegaron los efectivos del regimiento de Arica.

El Intendente Tomás Eastman no está, se ha esfumado luego de haberle dicho a los huelguistas que traía la solución a la huelga; bajó del mismo buque que el coronel, los mineros lo recibieron con aplausos y lo llevaron en andas hasta la Intendencia.

El sol sube, la ciudad se calienta, el cerro Dragón lanza fumarolas de calor, el pueblo sale a la calle sorprendido por el aumento de tropas, las mujeres se persignan, los trabajadores detienen sus faenas. El coronel marcha solemne a cumplir con la orden, detrás marcha la tropa. Mientras en las calles aledañas a la escuela se construye una barrera de militares, ya no permiten salir ni entrar a nadie.

Pedro Montt, presidente de la República desaparece, curiosamente cae enfermo y su Ministro del Interior Rafael Sotomayor es quien está a la cabeza de todo. Diputados y senadores están temblorosos con la magnitud del movimiento, temen que su poder sea quitado por los obreros movilizados y eso no será permitido. Todas las instituciones del Estado están unidas y no aceptarán tal desacato de los mineros, debe ser ejemplar la respuesta del Estado.

La directiva improvisada de los huelguistas trabaja arduamente buscando distintas soluciones, no han descansado un día. El minero José Brigg es quien dirige a los huelguistas y lleva las conversaciones con el secretario de la Intendencia y el abogado Antonio Viera Gallo por parte de las compañías.

Aproximadamente hay en la ciudad unos treinta y cinco mil personas de la pampa; mineros mujeres y niños, los que no están en la escuela han sido albergados en el hipódromo y el dueño del circo, minero antiguo ha facilitado su carpa como refugio temporal. Muchos están alojados en casa de parientes, desde cada albergue los mineros se desplazan hacia la escuela, Iquique está paralizado, los trabajadores de casi todos los gremios están en huelga, como apoyo a los calicheros y por sus reivindicaciones.

Parte importante de la población sigue la marcha militar, a su paso muchas mujeres de edad se persignan.

Amador y Marina intentan salir pero, la masa y los militares no se lo permiten. El blanco corcel con su jinete llega a la puerta de la escuela e imparte órdenes a la tropa, esta se mueve con celeridad, las ametralladoras están emplazadas, los soldados apostados en las inmediaciones portan fusil con bayoneta calada y bala pasada. El coronel mueve su mano y con voz atoritaria llama a los jefes de los mineros, les dice que tienen que abandonar la escuela de inmediato. Habla un minero y dice que lo único que quieren es trato más justo y salario digno. El coronel reitera la orden de abandonar la escuela y otorga un par de minutos para ello. El minero le dice que no abandonarán sin mejoría de salario.

Llegan los cónsules de los países vecinos, conversan con los mineros de sus nacionalidades, les piden se retiren, estos trabajadores: peruanos, argentinos y bolivianos les dicen a sus cónsules que: Con los chilenos vinimos, con los chilenos morimos.

El calor quema, nadie puede salir ni entrar a la escuela, los que han quedado afuera quieren entrar. El coronel montado en su blanco corcel, pierde la calma, no es posible que unos rotos de mierda no acaten su orden, levanta su sable y otorga un minuto para iniciar la evacuación. Quien encabeza a los mineros se coloca en medio del balcón y nuevamente lee los puntos de la huelga. El coronel dice que si no salen disparará. Uno de los lideres de mineros le dice qué: si va disparar que lo haga, que está su pecho descubierto y que no porta arma alguna, pero, ¡no saldrán sin solución!

El coronel, sujeta su caballo, saca su pistola. Los dirigentes de la huelga se colocan todos en el balcón con los puños cerrados en alto y, con el corazón apretado. Amenaza nuevamente el coronel Silva Renard.

Ningún roto de mierda le dirá lo que hacer, calma su caballo, levanta la mano derecha y da la orden de disparar. En ese segundo, Iquique se convierte en un infierno, las ametralladoras escupen sus balas que barren con los mineros del balcón, otras armas son descargadas en contra de los que están en el interior, uno tras otro van cayendo, hombres, mujeres y niños caen bajo las balas ordenadas por el Coronel Silva Renard. En menos de cinco minutos son asesinados varios miles de trabajadores. Cuando militares y médicos y enfermeros recorrían las salas de la escuela a la búsqueda de heridos, muchos de los cuales fueron repasados con bala y bayoneta. Tirados en el suelo encontraron a una pareja de jóvenes muertos, ambos tomados de las manos, vestidos de gala. Amador y Marina no alcanzaron a casarse.

curiche
febrero 2007

Nunca se supo la cantidad exacta de mineros asesinados aquella tarde de diciembre de 1907. Elias Lafertte quien luego sería uno de los más importantes lideres obreros, y sobreviviente de la matanza, en sus memorias habla de dos mil. Hernán Rivera Letelier, obrero de la pampa y escritor en su novela Santa María de las flores negras habla de más de cinco mil.








Texto agregado el 21-02-2007, y leído por 665 visitantes. (32 votos)


Lectores Opinan
17-11-2007 Cuan duro es, como lo es la muerte de un solo trabajador pidiendo lo que le corresponde. Pronto va hacer un año de la muerte de Carlos Fuente alba, maestro argentino, muerto por la fuerza policial bajo ordenes del gobernador de la Pcia de reprimir. Lamentablemente este caso es reciente y desde lo que cuentas a hoy poco ha cambiado. Te sigo leyendo. adriana73
09-11-2007 Hermoso y con fuerza el poema que da nombre a tu novela. Me parece un excelente comienzo. Esta introducción, bien podría ser un cuento independiente, siguiendo el hilo argumental de la boda nunca consumada de los dos jóvenes. Admirable las muestras de solidaridad y unión de toda la población, a pesar de su inutilidad. Veamos a donde nos conduce esto. Creo que vamos a aprender mucho sobre la historia de tu país gracias a tu historia. Es lo que tienen tus escritos, siempre enseñan. Y es tan importante no olvidar… Selkis
28-07-2007 Impresionante, hoy comienzo a leer esta novela. Mis felicitaciones!! Medeaazul
25-06-2007 destemplado y sombrío...así no más te leo amigo mío. libelula
31-05-2007 Voy leyéndote poco a poco. Empiezo hoy tu novela. Me gusta la manera de narrar muy realista, mezclándo la poesía que "es un arma cargada de futuro". Mis 5* salambo
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