Era de noche, y deambulaba en el sombrío parque buscando alguna persona para poder alimentarme y también perfeccionar mi técnica de caza. Llegué al parque central, donde se podían observar las flores. Eran hermosas, pero de noche no tenían ningún brillo. Me hubiese gustado apreciar la belleza de las flores con la luz del día, pero no podía por mi condición y por mi característica raza. No tenía envidia a los humanos por apreciar cosas bellas ya que el tono de la noche daba a los objetos una energía de vida tan extraño que me maravillaba cada noche al apreciar este parque.
Fue esa noche en la que me encontré a mi amada, una hermosísima mujer llamada Johann Bonderluxer. La amaba desde que tenía uso de razón, y no dejare de amarla nunca. Caminaba mimetizada con las flores y sus movimientos eran tan finos y bien ejecutados le daban esa atención instantánea de los hombres hacia ella. Quería darle el amor que le tenía, pero no era el momento de declararme porque en esta época es mal visto que una mujer y uno de mi especie se relacionen entre sí.
Luego de encontrarla, no sabía que hacer. ¿Cómo actuar?, esa era mi gran interrogante. Ella me admiró con sus bellos ojos, con una ternura indescriptible. Pero yo huí porque el miedo me corrompió. Tenía hambre, y si no me alimentaba corría el riesgo de atacarla a ella así que me dirigí hacia el campamento misionero que estaba instalado al borde del lago de la Luna. Me era fácil atacar ya que mi destreza, mi velocidad y mi hambre me ayudaron a atacarlos de un zarpazo y poder alimentarme. Bastó la muerte de 15 personas, que era el número de misioneros que conformaron ese campamento, para saciar mi hambre. Me escabullí por entre los árboles para buscar un lugar fijo y cómodo para refugiarme del día. En una casona abandonada me refugié y dormí como nunca por causa del encuentro entre Johann y yo.
A la otra noche, Corrí hacia el prado embellecido con flores para toparme con mi amada Johann. Ella no estaba ahí y me cayó como un saco de plomo la tristeza más horrible jamás tenida. De pronto, escuché un grito de auxilio proveniente del lago de la Luna. Con la brisa a mi favor, llegué al lugar de donde provenían los gritos. ¡¡Era Johann!! Que estaba siendo ultrajada por un desgraciado misionero. En un pestañeo, provoqué la mayor ablación jamás vista sobre un hombre. La recogí del suelo, la tomé entre mis brazos y la besé con pasión. Fue un juego mutuo en el beso, con una coordinación instantánea, y después de ese beso, le expresé mi amor con todo el fervor acumulado desde la niñez. Pasamos la noche entera, a la orilla del lago y sin pudor, expresándonos amor puro y verdadero.
No quería que amaneciera ya que la tendría que dejar, pero la noche no tardaría en llegar al orto día. Llegaron noches sin fin por a lo menos 6 meses y era inmensamente feliz porque tendría un hijo con la mujer más bella del firmamento. A comienzos del séptimo mes, las cosas empeoraron en la salud de mi Johann por causas de sus salidas de noche para juntarse conmigo. Los restantes meses que siguieron fueron infernales ya que Johann se internó en el hospital para tener a nuestro hijo. Y el hermoso día llegó, y a pesar de que el sol aún no se ocultaba, hice un esfuerzo inmenso por no ser afectado por este. Estuve en la espera más larga que había tenido en mis eras sobre la tierra. Se acercó una mujer con un bulto en sus brazos y me preguntó por el nombre del bebé. Para mi sorpresa, nació un lindo niño y lo llamaría con el nombre de su abuelo: Vandevaxa XIII, respetando la tradición de mis ancestros. Luego de unas semanas, nos retiramos a mi hogar nocturno dentro del parque en el que me crié y conocí a mi amada. Pero las cosas no salieron como yo pensé. Un grupo de a lo menos 60 militares armados y dispuestos a matarnos, aguardaban en la entrada de mi hogar. El miedo que no había experimentado hace muchos siglos me envolvió con su manto y lo que atiné a hacer fue que Johann y mi hijo se refugiaran en el lago mientras que yo distraería a los militares.
Eso sería lo último que haría por el amor a mi familia, así que me despedí llorando, porque tenía la certeza de que moriría a manos de ellos. Johann lloró conmigo, me besó y luego me dejó despedirme de mi hijo. Me despojé de mis bienes y se los entregué a Johann, para que pudiera seguir viviendo con Vandevaxa y que no les faltara nada. Acto seguido, Johann corrió hacia el lago para refugiarse y yo encaré a los militares citándoles:
“Por que han de venir a los dominios de Marcus Lionheart, criatura que no les
hace nada maléfico y que juzgan sin darse el tiempo de conocer. Todo por una ínfima y estrecha forma de ver las cosas, sin aceptar a algo que no es humano ni tampoco animal.
El único pecado cometido por mi persona es el de tener que utilizar a personas para alimentarse, pero eso no es razón de enfado a mi parecer. Fucílenme si desean, pero de esa forma no lograran nunca la aceptación a lo distinto.”
Los militares apuntaron a mi cuerpo y abrieron una ráfaga de balas que me propinó una muerte lenta y dolorosa. Luego de eso, y con mi último aliento de vida, corrí hacia el lago en donde se encontraba mí amada Johann y mi preciado y amado Vandevaxa. Johann rompió en lágrimas al ver mi cuerpo ensangrentado y malherido, corrió a socorrerme, pero por desgracia un disparo hecho por un militar con su mosquete, atravesó el corazón de Johann y quedó desplomada en el piso con Vandevaxa en sus manos. El lloraba con angustia y yo lo acompañe en su llanto. El mismo mosquete me propinó la muerte en el lugar de este desenlace. Caí muerto al lado de mi familia, que yacía en el piso y lo último que oí antes de perder la vida fue el disparo que silenció a mi hijo Vandevaxa. Luego de esto, pudimos descansar en el otro mundo, en donde no éramos marginados por nadie y por fin, vivir eternamente en familia, libres del mundo. The End
|