No pensé en escribirte esto a ti, es más, cuando me senté frente a la computadora, ni siquiera tenía idea de cómo comenzarlo y es que pasadas unas horas de aquel sueño, no he podido dejar de pensar en la historia y menos en ti; así que lo mejor y más sincero, era decírtelo a ti. Y te estarás preguntando por qué me he acordado de ti y es sencillo: tuve un sueño, uno donde alguien me amaba como tú decías hacerlo y lo que es mejor, me lo demostraba. Todo ese arrobamiento, el descontrol, las escapadas y demás, estaban allí, con una sola variante, él si estaba dispuesto a morir por mí y a enfrentarse al resto sin importar lo que pesaran. Lo vi en sus ojos, Isaac, como un día creí verlo en los tuyos pero esta vez bien segura estoy que no me equivocaba.
Desperté de buen humor, pensando en ello, en que algo que creo mío estuviera sucediendo pero conforme las horas se van comiendo la emoción, regreso a aquellos años donde tus manos eran mis ojos y mis silencios eran tu sonreír; pienso que tanto amor se convirtió en odio, que no pudo quedar un buen recuerdo, que me orillaste a odiarte cada vez más; me fastidiaste y te fastidié y en el camino de los años, no pasó nada. Nadie pudo gritarme de nuevo que me amaba, nadie pudo comprender lo que nos pasaba y hoy, cuando el futuro me da igual y el pasado está sepultado bajo tierra, el alma se me cae a pedazos porque sé que no, nadie me ama como fingiste hacerlo tú, que no habrá nadie así; que esos enamoramientos son pasajeros y de adolescentes. Me muero cada día un poco más, pensando en que lo que yo creí no es, no fue y no será, la vida se me ríe en la cara, no hay más pensar en cosas bellas, no hay más y no es por ti, es por él. Gracias Isaac por arrebatarme lo único que había hecho mío desde el corazón, gracias a Aarón en ese sueño por recordarme por qué estaba sola y gracias a ti, a quien creo, pretendo y sueño que haga mis días más especiales, por hacerme saber que el amor así, como yo lo creía, no existe.
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