Perdiste la razón en el borde de mi escote
y ahora, llorás tu pena en brazos de otra pebeta.
Cuando antes de tu lago mi boca fue tu bote,
hoy desnudas tus manos en la piel de cualquier muñeca.

Te miro varear rozando el suelo y mirándome de reojo.
Te miro y sé, que tus dedos no desean ese pelo rojo.
Te miro, y veo no más que un patético pierrot que se desliza
y esconde sus lágrimas entre piropos de falsa sonrisa.

Entonces, al ver tu ridículo intento de feliz exhibicionismo,
pienso en el lejano tiempo en que tu tango fue mi paraíso.
¿Dónde quedó la capa de alegría que yo incrédula a mi cuerpo ceñía?
Ahora te veo, así, tan sólo un bufón más de burda corte. ¡Qué ironía!

Hace un tiempo atrás, cuando mi flor marchita lucía en tu vaso,
reía mi boca ante tus falaces profecías y piruetas planas.
Brillaban mis ojos cuando tu presencia mi pista despertaba.
Volaba mi falda, mis pies levitaban tan sólo a la espera de tu paso.

En mis hombros, ansiosos por tus manos, desnudaba mi pelo.
Seguía tus movimientos con la inocencia más pura de un Chagall,
sin saber que tus giros y roces sólo eran un velo
que escondían tu falso amor, crudo y amargo como un puñal.

Y ahora, te miro, envuelto una vez más en sonrisas lanzas tu anzuelo.
Trampa mortal para la ninfa ciega que tu suelo pisa.
Sales una vez más convertido en cazador de aves en vuelo
a romper las alas de la mariposa que se entregue a tu brisa.

Ya no más. Hoy te miro y ya no más te sigo.
Siento tus ojos posarse con odio y venganza en los míos
y te digo, ya no más, bufón despiadado y maldito.
Hoy viviré mi tango, sin pensar en tu desvarío.