Historia en las arrugas
“A Ignacio Burgos”
Al sentarme al frente de una hoja en blanco y tomar una taza de café caliente para escribir cuentos o sólo ideas inconclusas sobre el papel, casi siempre me pregunto que es lo que me motiva a hacerlo, quien es mi fuente de inspiración (o de admiración) para que yo pueda expresar toda mi cotidianidad en simples historias de otros mundos contadas con palabras de ahora, entonces empiezo a hacer un pequeño derrotero de mi vida, de todo lo que ha ocurrido y me ha marcado de alguna forma; surgen entonces los hasta hace poco indescifrados problemas con mi madre y de porque ella no estuvo en los momentos más difíciles o mejor, porque los momentos más difíciles llegaron cuando ella no estaba. Pero ese no es el motivo por el cual estoy escribiendo en este momento, hoy escribo porque he encontrado una de las respuestas a ese interrogante.
Aun recuerdo con gran melancolía cuando era pequeño y solíamos caminar largas y empinadas calles rumbo a casa, vos ibas cargando como siempre un gran bulto lleno de provisiones para la semana, con tus brazos fuertemente marcados por el rigor del trabajo de tu infancia, tu adolescencia, tu edad madura e inclusive ahora de tu vejez. Yo te seguía con gran ahínco y aunque mis piernas eran cortas y siempre me quedaba atrás tu intentabas también hacer tus pasos tan lentos como los míos para no hacerme sentir débil. Al llegar a casa mi inocencia te convencía de tomar un refresco entre los dos, no recuerdo una negativa tuya para mi simple petición, nunca la hubo; corría entonces con gran energía hasta el final de la casa y cogía del mesón un pocillo mítico de lata, en el cual dabas mi parte del botín por tan largo viaje.
Siempre me inculcaste las cosas más importantes de esta vida como, saber callar cuando otro habla, aprender a hablar porque es la llave que mas puertas abre en este mundo, ahorrar porque el futuro es incierto y de lo importante que es trabajas con sacrificio porque esa es la manera como se consiguen las cosas. Todo lo que he aprendido en esta vida lo he hecho gracias a tus palabras.
Cuando me fui haciendo más grande, te diste cuenta que podía ser una persona que escucharía todas tus historias, así que empezaste a contarme miles de cuentos que no eran de dioses y dragones, ni de príncipes y doncellas, eran tan sólo el resultado de tus vivencias contadas con la magia con que tu las habías sentido, que ni siquiera el mago merlín podría haberlas igualado. Así fue como comprendí porque el reloj, ese antiguo que aún vive con nosotros, era tan importante para nuestras vidas y aprendí a quererlo como tú lo haces también. Comprendí porque la amas tanto a ella y también entendí porque en tus manos habían tantas señales.
Eres un hombre trabajador y sabio, demasiado sabio, tuviste la capacidad de darnos un hogar, una familia, comida, tu cariño, tu vida; y eso es lo que más he aprendido de ti; que en la vida no nacimos para recibir, sino para darlo todo y más.
Nunca olvidare tu historia acerca de las elecciones y del general Rojas Pinilla, tampoco cuando cuentas acerca de tu muñeco mágico y de cómo le diste vida, Gasparin.
Luego de tus historias he dejado mi mentalidad jovial y radical y me senté junto a vos a escuchar un poco de música. Unos cuantos tangos, boleros y uno que otro pasillo, ¡ ah ¡, y como olvidar a Buitrago en las noches de diciembre. Empecé a comprenderte que era mucho mas fácil a que tu comprendieras el mío.
Quisiera darte las gracias y decirte que eres la persona más importante de mi vida, que si no me hubiera preguntado ¿quién es la persona que me inspira a escribir y por quien me motivo a ser cada día mejor? quizá no me hubiera alcanzado esta vida para reprocharme por no haberte dicho lo importante que sos para mí.
¡¡Gracias Nacho!!.
|