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El hombre está en el salón de su casa cenando. Es fuerte y rudo, y sorbe ruidosamente las cucharadas de sopa que se lleva a la boca rápidamente, casi sin respirar. Viste un viejo pantalón de pijama descolorido y una camiseta blanca de tirantes por la que asoma un torso robusto y velludo. En la cocina, su mujer tiene las manos apoyadas sobre el fregadero y la cabeza agachada.

El hombre aparta bruscamente el plato de sopa, bebe un vaso de vino tinto de un trago, se arrima otro plato con un filete y empieza a cortarlo y tragarlo atropelladamente, sin masticar apenas.

Mientras, su mujer, en bata y zapatillas, ha cogido la bolsa de basura y, arrastrando los pies, sale a la calle en busca del contenedor. El hombre la ve a través de la ventana. Ve como su mujer levanta la tapa del contenedor, echa dentro la bolsa de basura y se vuelve para la casa, pero en ese momento la interrumpe la vecina, que también se dispone a tirar la basura y comienzan a hablar, la vecina de espaldas a la ventana y la mujer observando al hombre comer, aunque la mujer habla poco, sólo monosílabos, más bien es únicamente la vecina quien habla.

De pronto, el hombre se atraganta con un trozo de carne, carraspea para expulsarlo pero no sale. Coge la botella de vino, llena el vaso y se lo bebe, pero solo consigue un acceso de tos que le empuja el vino por los conductos nasales, vuelve a toser y le sale el vino por la nariz y por la boca, manchando la camiseta y el mantel. Se levanta dejando caer la silla, respira agitadamente porque empieza a faltarle el aire y se da golpes en el pecho, golpes enormes que le resuenan en la cabeza. Su cara está roja, casi amoratada, y los labios azules. Intenta gritar pero no puede, y le duele la garganta. Avanza hacia la ventana para avisar a su mujer, que sigue hablando con la vecina en la calle y parece que mira para la ventana. Pero si mira por la ventana ¿por qué no lo ve? ¿por qué no se da cuenta de los desesperados aspavientos que hace el hombre para llamar su atención? Intenta golpear el cristal con los dos puños, tal vez para romperlo, pero al izar los brazos cae al suelo, debido, seguramente, a que ya no llega suficiente oxigeno al cerebro. El hombre emite un gorgoteo ridículo, se agita, intenta levantarse pero vuelve a caer. Le falta la respiración. Es su último momento de lucidez y lo sabe, sabe que va a morir. También sabe que esa noche le ha dado la última paliza a su mujer.

Texto agregado el 20-02-2007, y leído por 162 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
25-03-2007 Exelente, muy buen cuento. narrativa impecable. bruja
01-03-2007 Y seguro que el no poder volver a pegar a su mujer es lo que más le jode. Descanse en paz (su mujer me refiero, claro). Muy logrado, felicitaciones. Hanneke
24-02-2007 Quizás la mujer le vio pero...Tal vez, al quedarse sola es como si naciese de nuevo. Me ha gustado leerlo. Un saludo de SOL-O-LUNA
22-02-2007 Je, vaya putada, a todo cerdo le llega su San Martín. Está bien tramado. Saludos. Nomecreona
22-02-2007 Mujer de monosílabos... muy bien pintada, desde las manos apoyadas en el fregadero, hasta la última línea. Bien pintada toda la escena. Saludos. luna-lunera
20-02-2007 Buen texto, bien narrado*****pablo MELENAS
 
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