Parte II
El descontento crece en ti cuando sabes que, pudiendo dejarte sus comentarios ofensivos en el lugar apropiado para ello, lo hacen a propósito para manchar tu obra. Ahora está ahí para que todo el que se acerque, los lea. ¡Qué infamia! Ni siquiera se tomaron la molestia de preguntarte si estabas de acuerdo con ello. Resuelves ir a sus propios espacios y escribir el mismo tipo de comentario que te hicieron, en sus escritos, pero te detienes. Después de todo, ese era, en parte, uno de tus propósitos: darte a conocer, hacerles saber que existes y que tienes la capacidad para crear buenas obras… ¿o no?
Dedicas un tiempo para reponerte del descontento, pero analizas con calma lo que te quieren decir. Algunos, definitivamente, no los tomas en cuenta. Para qué amargarse, piensas. Revisas las páginas de varios de ellos: impresionante, tal vez no siempre por la calidad, pero por el número. Sigues clasificando, leyendo, investigando, informándote, porque también hay espacios, llamados foros, en los cuales todos y cada uno se desfoga. Entonces entiendes el por qué y la naturaleza de lo que te escribieron. En realidad, si hubieses encontrado esto antes, no hubieses tomado los malos comentarios tan a pecho. Sabrías de donde vienen y por qué.
Sin embargo, lo que te interesa es lo que tú creaste. Ya has sacrificado en tiempo y esfuerzo, lo suficiente para contar una historia. A estas alturas, sin darte cuenta, has dedicado más tiempo y esfuerzo a escribir tonteras que en mejorar tus propios escritos. No sabes que hacer, si seguir leyendo los de otros o participando en los foros hablando tonteras. Pero te nace una inquietud. Te das cuenta de que muchos de los creadores, como tú, que se encuentras en ese espacio, alaban, adoran y admiran a sus Dioses. Unos se alaban a ellos mismos, no tienen necesidad de alabar a otros.
Te preguntas si será una buena idea eso de alabar admirar y respetar a uno de esos Dioses. Tal vez ello te ilumine, te ayude o te beneficie de algún modo. Después de todo, una intervención divina, en estos casos, puede ayudar bastante a tu objetivo. No dejas de lado la posibilidad. Comienzas entonces a buscar entre tus propios compañeros o entre los que ellos mismos admiran. El problema está en saber… ¿Cuál de todos? Son tantos los que existen por ahí, locales y extranjeros, reconocidos y no. Distintos gustos, estilos variados. Dura decisión la que se presenta. Logras entonces encontrar algunas referencias de autores que nunca antes había leído, de obras conocidas y otras no tanto, pero todas ellas son creaciones de aquellos que lograron llevar hasta el final, lo que tú ahora estas comenzando.
Te das cuenta de que existen los cuentos de Quiroga, Rulfo, Marquez, Benedetti que son los que hablan tu lengua. Tal vez prefieras leer los de autores extranjeros, como Chekov, los de Poe, los de Twain o Maupasant. ¡Mierda! Como si tuvieses todo el tiempo del mundo para leer tanto, o cabeza para entender lo que otros escribieron. Buscas luz y en ella te estás ahogando. Pero no importa, tú sigues derramando tinta. Tal vez, algún día, en algún momento, te sorprenda la musa o te llega un momento de inspiración. Claro, eso es: inspiración.
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