4 SUDORES AMARILLOS.
(De Las Hermanas Asiáticas)




Pretendo en cada sima;
ser el mas alto que la vida observe.

Con mis tragos, amargos, consumidos
en la tarde fresca y tranquila;
me acuesto en la hamaca de la experiencia
para esperar con calma;
lo que no me darán.

Quítenme la vieja madera sin lima,
que no corte los vértices amarillos
de mi asiática sangre antigua
de cuatros amores que preservé.

Cuando camino con mis palmas
encima de tu suave piel;
me confundo en mis pesares,
y me postergo solitario y cansado
para comer tu espera casi infinita.

Escribo en solitarios lugares,
cubiertos casi todos de lodo,
para ser leídos por lo mismos
poetas que me conocen
a través de una herencia antigua.

Me canso de todo en cada rato,
que mi vida me implica a
dar más en dollares y sudores,
después que una de ellas se ha marchado;
o talvez lejos está.

Es casi un castigo lo que mi alma canta
sin saber por que llora
ni tampoco por que sufre.

Tengo mi pecho cubierto
por una camiseta blanca
que en las noches ya llega
a ser de un color café
cuando la mas vieja
me relata con el mismo acierto.

He procurado ser el antiguo verso
en Hita de la España vieja,
y un libro en donde reposar
la esperanza vieja de un día sin amor;
cuando la que amé no me quiso.

Casi al mismo cansancio
en el mismo instante que estoy ahora
le toco la espalda, con la misma gana
que le toqué el corazón; pero ahora:
me rechaza por lo pobre y viejo que estoy.

Descubro su nuevo impulso
y me regala, si me regala, una tarde
sin “ticket” y sin retorno.