A veces sucedía, iba caminando por una calle cualquiera, desaparecía y volvía a encontrarse dos calles más arriba, con otros edificios observando, otro sol, otra luna oculta. Una bocanada de humo, se esparcía en sus delirios y volvía dos calles más arriba, de nuevo confundido, otro mundo lo veía nacer y pronto, otra muerte, otra bocanada y esa calle, después de todo, al fin entendía que la prisa no era por llegar, sino por escaparse, pero volvía, y eran otros ojos expectantes pero el mismo mundo. Despierta, otros ojos, no distintos, otros, fijos, por un momento se perdió en los ojos y se olvido de los delirios, desparecía justo ahora que quería un respiro de existencia, volvía, existo?, ella camina y separa los ojos, si, existo, no puede volver, una bocanada de humo y otra de existencia, camina sin regresar la mirada, y él se aleja, ella olvida pronto y se vuelve a su existencia. Chicles, necesito una menta, no, no, mejor canela, si, esa viejecita, ah… que feliz, no sabe como existe, existe toda ella y no lo nota, que feliz, tiene menta?, señorita?, no, no se confunda y no me confunda, gracias, adiós. Que joven más extraña, que ojos extraños, a donde ira?, si? dígame, son tantos centavos, a! pero si es usted, el de la novela, por ser usted son tantos centavos. Tome las vueltas, que venda, yo me marcho a terminar la novela, que abuela más adorable, tiene fuego?, disculpe… parece que estaba concentrado, lo vi fumar y bueno, yo pensé…, efectivamente lo saco de sus delirios y volvió con la esperanza de los ojos de la muchacha de los ojos menta o canela, pero no, era el hombre de la novela, le acerco el fuego y tras la llama se evadió de las palabras, de nada, caminó dos calles y volvió con la esperanza de esos ojos, pero solo encontró otros, los de siempre.