EL INTRUSO
Como todos los años, un aburrido comienzo de clases llegaba, pensaba Juan mientras se disponía a escuchar la clase de Matemática. Sin embargo, a partir de una de estas clases, comenzaría a vivir sucesos extraños.
Una mañana los alumnos se encontraban concentrados resolviendo sus ejercicios, cuando una tiza se elevó y escribió en el pizarrón un mensaje en rojo y con letras tenebrosas. El extraño mensaje decía “abandonen el edificio antes de las doce horas o de lo contrario perderán la vida”. Unos comenzaron a gritar, otros a llorar; pero Juan sintió cierta emoción y pensó que estar en la escuela por primera vez le resultaría divertido.
Siempre se había interesado en historias de fantasmas y esta era su oportunidad para conocer a uno y por supuesto atraparlo. Se veía como Tomas Carnacki intentando todo tipo de medios para encontrarlo y echarlo de la escuela. Pero por dónde empezar, se preguntó el chico. Esta incógnita se le revelaría rápidamente, cuando gritos de desesperación y de inimaginable crueldad comenzaron a extenderse por los pasillos. Juan escuchó un momento, estaba seguro que los gritos provenían de los pisos más bajos. Echó a correr y a medida que descendía, los sonidos se hacían más intensos y diabólicos. Llegó a las escaleras que se dirigían a la biblioteca y a la fotocopiadora. En ese momento todas las paredes del edificio comenzaron a cubrirse con mensajes pintados con sangre. Sintió los pasos ligeros por los escalones de los que todavía no habían abandonado el edificio. Miró el reloj, le quedaban veinte minutos.
Comenzó a bajar con mucho valor las escaleras. Todas las puertas del pasillo estaban abiertas, solamente la de la biblioteca se encontraba cerrada. Por primera vez sintió miedo pero juntó fuerzas, tomó el picaporte y comenzó a abrir; los nervios lo empezaban a inquietar, la transpiración le bañaba todo el cuerpo y al lograr entrar... nada. En la habitación no había nadie, ni ruidos, ni movimientos. Caminó lentamente hacia el centro de la habitación, repentinamente la puerta con un fuerte golpe se cerró. Los libros comenzaron a caerse y las mesa a moverse. Juan se puso muy nervioso, podría haber salido corriendo pero él ya había elegido, ya había entrado. Miró el reloj nuevamente, le quedaba un minuto, si no hacía algo rápidamente iba a sufrir mucho antes de morir. Entonces fue cuando recordó esa frase mágica que había leído en un libro de fantasmas para librarse de ellos. No sabía si funcionaría pero era su última esperanza. Lenta y claramente pero temblando, comenzó a recitar las palabras. Terminó, esperó; pero nada pasó. Cuando pensaba que todo terminaba, una luz celeste cubrió la sala y una fresca brisa se extendió por el aula. Escuchó un grito pero un grito de dolor y crueldad que nunca olvidaría y comprendió que el fantasma había abandonado la escuela.
Juan quedó tendido en el suelo y a las pocas horas el preceptor lo ayudó a levantarse y lentamente fue recobrando su calma y bienestar, pensando que nunca olvidaría lo vivido.
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