PESADILLA CON DOS MARIPOSAS AZULES
“La mayoría pedimos consejo cuando sabemos la respuesta,
Pero queremos que nos den otra.”
Ivern Ball
No se puede huir si no se sabe de que se esta huyendo
No se puede pedir auxilio si no se sabe quien es el enemigo
Estaba como siempre disfrutando la soledad que se había impuesto,
Allá estaba, nuevamente. Indiferentes como siempre como si nunca se hubiesen conocido.
Sus brazos agarrotados pretendían dominar la conciencia.
El enemigo estaba ahí nuevamente avivando el fuego que consumía su pecho. Ese enemigo que tanto deseaba como aliado, y del que irónicamente estaba huyendo.
¿Como huir de algo que no conoces? Era ahora la pregunta que la atormentaba.
Recibió la llamada que hizo que se despertara de esta pesadilla, las palabras que flotaban entre el auricular le confirmaban que aun no estaba despierta, el fantasma seguía ahí intrigándola.
El ser que ahora la habitaba estaba haciendo lo que jamás en su remota existencia planeó hacer en público. Para ella era tan fácil demostrar todo, respirar, y liberarse, jugaba con las cadenas que la atormentaban, como una niña juega a saltar la cuerda.
Ya dentro de ese mundo negro azulado, vio como una luz familiar se acercaba la tomaba y juntas ofrecían un homenaje a la naturaleza.
El sueño comenzaba a hacerse más nítido.
Por fin estaban ahí, juntas, y ahora, ¿que seguía?
Seguir corriendo, ¿eso es lo que realmente querían? ¿Correr y esconderse para siempre? Pues ninguna tiene le coraje de aceptarlo.
El espasmo de nuevo.
6:30 AM, - no, no te preocupes cielo sólo fue una pesadilla-
- si, la misma de siempre-
- Tú sigue durmiendo que yo voy a ver a los niños.
La solidez del frío suelo que entumecía sus pies desnudos, le hizo comprender que por fin, ya no estaba durmiendo. Y entonces una voz interrumpió su silencio.
- Hey tú, todavía te atreves a seguir caminando, deja a esos ángeles que se despertaran con los gritos de tu conciencia.
La sombra malhechora había escapado de su subconsciente para atormentarla ahora en la realidad, quería atraparla con su aliento…
Los corredores de aquella casa se hacían cada vez más largos, pero, ¿adonde ir? ¿Que pasaría si se detenía?
Cae, y una suavidad conocida, causaba un regocijo que de sólo tocar su palma llegaba a todo su cuerpo. Y por ese misterio insoldable la hacia levantar. Ahora ya no quería ver más, ni oír, solo sentir. Si, sabía lo que dejaba atrás, pero ¿cuanto más podrían tardar en comprender algo tan esperable, si ella había logrado entender lo intangible?
El horizonte estaba tan cerca ahora que estaba a su lado…
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