EN LOS HUECOS.
(FILOS Y DIANAS II PARTE)
--¿Y el cuerpo?
--Muerto
--Joder Alex.
Alex se levantó, cogió las llaves del coche y colocó el gesto de “resuelve tú el problema”
--No me metas en esto colega –le dije--, yo no pienso ayudarte con tus mierdas.
--tú verás, pero pienso pringarte de igual manera.
Alex era un capullo capaz de embaucar a cualquiera, tenía las llaves en las manos y se me antojó una pistola apuntada directa a mi cabeza.
--¿Y el cuerpo?
--Muerto.
Le di un puñetazo y volví a sentarme, el vaso de Wiskey parecía haberme esperado durante toda la vida.
--Bien –me dijo limpiándose la goteante nariz a la par que ponía su mejor sonrisa grotesca --. El muerto está en su lugar, con los ojos abiertos frente al plasma…Joder amigo, incluso me tomé la molestia de dejarle donde quería. Fui amable con el cadáver.
--Me estás jodiendo la vida.
Alex no hizo caso a mi comentario y siguió con su palabrería barata:
--Los cadáveres me resultan agradables. Tranquilos y liberados de todo. ¡Dios, si hubiese cerrado sus ojos habría pecado de poco amor al prójimo!, pero los deje abiertos y fijos en su escena favorita.
--Demos gracias a Dios entonces –dije izando mi trago a modo de brindis celestial.
Alex río.
Subimos al coche. Yo conducía
--A la derecha, a la izquierda, por el camino de tierra, coge la autopista –y ese ruidito desquiciante que salía de la radio con voz histérica.
--Apaga la puta radio
--Estamos haciendo historia amigo, deja que le ponga banda sonora.
--Apaga la puta radio.
--Venga hermano, coloca tú algo.
--Necesito droga joder, me estas volviendo loco con esas putas historias de tíos muertos mirando la tele –apagué la radio de un manotazo --. ¿Qué coño quieres de mí?
--Calma hermano, mira… detén el coche allí y te doy lo que necesitas.
Aparcamos frente a los neones de un motel, eran neones rojos y azules, nada elegante. Parpadeaban, y hacían ese zumbido de máquina que se ríe al final del camino.
--¿Por qué?
Alex volvió a colocar la radio, no me molestó.
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