Uno de los errores más frecuentes que los falsos ensayistas e incluso los ensayistas no siempre son capaces de pasar de largo y desechar a la hora de entregarse a la escritura de dicho género, es el de citar o ahondar sus especulaciones en una visión de la literatura como algo general y abstracto, desde un conocimiento casi científico o filosófico; como si la literatura no se tratara de absolutamente lo contrario, especificidades, y puntos justos y comunes del planeta. Ya sé que lo que acabo de mencionar puede parecer una contradicción premeditada y erronea, pero no encuentro otra forma de hablar de literatura sin suscitar por lo menos un par de ideas que refuten a la de los aficionados. Debo alejarme del tema lo más pronto posible y pasar directamente a la especulación real que me propongo mediante este mi posiblemente mal escrito y hasta refutable ensayo.
Existen varios problemas o, mejor dicho, hijos problemáticos, defectuosos, retardados, siameses unitarios, seres con algo más que síndrome de down, que la literatura, pero no por si sóla sino en su relación directa con el ser humano lector o "escritor" (porque precisamente son los escritores entre comillas frecuentes entre la gama inevitable de las deformidades humanas ya mencionadas), procrea sin desearlo y por fuerzas ajenas a la del arte mismo pero si muy propias de los seres humanos mediocres concientes de dicho atributo obscuro y enfermizo. Estos monstruos invisibles, entre muchos otros, son la vanidad y el deseo inútil del reconocimento. El primero produce, después de quizás una noche de sexo aburrido entre la idealización de la literatura con el escritor en busca de la frustración con máscara de perfección en las letras, a los tercos escribidores que previa lectura asidua de uno o un par de los archivos propios de los cánones, ya sea el archivo Borges, el Kafka, etc, (nombres tan mencionados como maltratados), creen que lo que ellos escriben les otorga un derecho casi sobrenatural de criticar con aires intelectuales (o más bien intelectualoides) a lo que no se les parece o, peór aún, a lo que no entienden, con un lenguaje académico, de bibliotéca y propio de filósofos ebrios, siendo estos seres incluso capaces de corregir errores de ortografía y decirse a sí mismos: "yo sí que se escribir". Otras características algo secundarias de dichos hijos despreciables es la mención continua de nombres, del surrealismo y de sus opiniones que quién sabe dónde las aprenden. Es que es imposible no criticar; podría asegurar que no hay persona, me incluyo, que no critique literatura o cualquier otro arte o cosa, pero -volviendo a la literatura- pienso que es muy distinto criticar un: "Te amo porque no puedo dejar de estar sin tí/todas las estrellas me recuerdan tu rostro", que cualquier otra escritura que se aleje de la cursilería desgastada y realize su búsqueda desde otras perspectivas, por más inusitadas que resulten.
El otro hijo que no puede dejar de preocuparnos a los que simplemente sentimos un apego sincero a la literatura es el escritor que se cree escritor. Acabo acá mi ensayo porque de esos se pueden encontrar miles y miles al rededor de no sólo el mundo sino todo, TODO. Si no me creen denle un vistazo a las biografías (no digo por eso que todas o todos los que publican acá respondan a ese comportamiento) de ésta página y a los escritos y comentarios de quien se hace llamar -observen tan solo su nickname para ahorrarse tiempo- déspota_ilustrado.
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