Bajo el damasco y a un costado de la huerta;
entre cerveza y tabaco
descubres que la paz existe.
Y te hablo de cómo el mundo es,
de como lo veo y de cómo será.
Y tus ojos brillan mientras tu alma ríe.
En silencio, deslizo mi mano,
en una suave caricia,
desde tu cara hasta tu nuca;
te cojo del cabello y jalo tus bridas
hasta hacerte abrir la boca
para succionar tu alma en un beso.
Más tarde, escala arriba,
las ropas se evaporan
y mis manos ordeñan
el placer en tus pechos,
sin dejar de beber
al pie de mi hembra.
Una abeja irreverente,
en busca de su néctar,
aleteará en tu rosa
y mientras te bebo,
estertores de vida
invadirán tu cuerpo.
Ciego de pasión y con violencia,
clavo mi daga en tu cuerpo
hasta que el dolor te detiene.
Lentamente la saco
para ver desangrar
el placer por tu herida.
Te galopo y me cabalgas
potro sobre yegua,
jauría en celo,
estampida en pampa de algodón.
Jadeas, ríes, lloras, gritas,
y mueres en vida muchas veces.
Entonces mi vista se nubla,
mi sangre hierve,
el universo se congela,
el tiempo no existe,
mi alma se hace agua
para ser bombeada en ti.
Te he hecho el amor una vez más,
y te retendré a mi lado hasta que
nuestra respiración se calme.
Luego, serás libre y volaras lejos
hasta que nuevamente regreses
y buscando la paz seas mía.
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