Piso Veintiuno.


“Desde este apartamento se puede ver todo Santiago”, pensó mientras disfrutaba de la vista. Ya era un hombre independiente, podía hacer lo que quisiera. Nadie podía controlarlo, ni decirle qué es lo que tenía que hacer. Se sentía grande. Las cosas le estaban saliendo bien y todo lo malo quedaba atrás, solo regresaba un recuerdo constante que daba vueltas una y otra vez en su cabeza, Camila, con su pelo al viento y su figura de los diecisiete, solo ella capturada en una foto que estaba sobre el velador de su habitación junto a su cama. Ella, que ya no esta. Ella que se fue. Ella que no quería irse, pero que sin embargo ya no estaba. Una enfermedad recalcitrante, un cáncer maldito, dijo otra cosa. Y solo quedaba un agujero en el pecho, una pesadilla constante, una lagrima y un recuerdo inoportuno, miro por la ventana. Piso veintiuno, y una gran vista de Santiago. Piso veintiuno y una vida solitaria. Piso veintiuno y un gran salto.