La primera noche soñó con el cuchillo, con el filo que se abanicaba en el aire reflejando la escasa luz que en su sueño había. No despertó, pero conservó una extraña sensación de pesadumbre.
La segunda noche soñó con el hombre; una figura oscura que lo observaba desde la ventana. Esa noche despertó agitado, pero volvió a dormirse rápido y a la mañana siguiente no recordaba que había soñado.
La tercera noche soñó por primera vez, con el hombre y el cuchillo. En su sueño, él dormía placidamente. De repente una mano corría las cortinas y luego una figura se precipitaba dentro de la habitación. La poca luz que entraba por la ventana abierta, reflejaba el filo de un cuchillo empuñado. La oscura figura caminó hacia su cama y acercó el filo a su garganta desnuda. Allí fue cuando despertó. La ventana estaba cerrada y las cortinas apenas si se mecían en el aire. Aliviado, observó la habitación obscura y a la media hora dormía.
La cuarta noche volvió a soñar lo mismo que la anterior. Primero la ventana, después las cortinas y luego el hombre y el cuchillo. Pero esta vez el filo se acercó mucho más a su garganta. Despertó, un poco nervioso y con una capa de sudor cubriéndole el rostro. Esa noche tardó cerca de tres horas en volver a dormirse
La quinta noche el sueño se le hizo más real. Las cortinas volaron, el cuerpo emergió desde la oscuridad y el cuchillo se acercó lenta y ansiosamente. Despertó angustiado, reprimiendo un grito. Luego registró el cuarto tapándose la garganta con ambas manos; estaba solo. Esa noche fue la primera que pasó en vela.
La sexta, la séptima y la octava noche fueron un reflejo de la quinta. El sueño se repetía y él despertaba casi gritando y muerto de miedo. Luego pasaba despierto el resto de la noche, sin dejar de pensar en el cuchillo que iba acortando distancias lentamente.
Entre la octava y novena noche, decidió visitar a su médico. Le comentó el problema que estaba teniendo y él le recetó unas hermosas píldoras para dormir. Sin embargo, le aconsejó que esa noche no las tomara y que antes de dormir hiciera ejercicios mentales para atraer los buenos sueños.
Antes de acostarse, siguió paso a paso los ejercicios que le habían enseñado. Y si bien se durmió en un estado pacífico, lentamente fue formándose el mismo sueño. Las cortinas se volvían locas por la brisa y aquel cuerpo que se adentraba en la habitación. El cuchillo ya se encontraba tan cerca, el filo mortal rozaba su piel desnuda. Despertó conciente de que había gritado, con lágrimas cayendo por su rostro. El cuarto estaba a oscuras y vacío, pero las sombras se le antojaron tenebrosas. Encendió la luz y fue en busca de las píldoras. Temblaba. El miedo recorría su cuerpo. Sentía una intensa sensación de fatalidad. Despejó su mente y tomó dos pastillas. Luego se dejó caer en la cama pesadamente. A los cinco minutos se encontraba dormido. No despertó hasta bien entrada la tarde del día siguiente.
La décima noche, cuando estaba por acostarse, tomó dos píldoras y se encaminó decidido a dormir durante toda la noche, sin malos sueños que lo aquejaran. Se durmió rápido y profundamente, con una sonrisa dibujada en los labios. Los sueños no llegaron y mientras estuvo dormido, esa noche, durmió en paz.
A eso de las tres de la mañana alguien forzó la ventana de su habitación. Debería haberse despertado, pero las pastillas hacían bien su trabajo. Las cortinas se volvieron locas, hasta que una mano las apartó. Una figura oscura entró en la habitación. La escasa luz que se colaba por la ventana, dejaba ver el filo de un cuchillo que empuñado.
La oscura figura se acercó a su cama.
El cuchillo cortó el aire en dos.
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