LA MATANZA DEL CERDO
Era un 3 de noviembre de los años 60, día de san Martín, y me encontraba con mis papás en Arcos de la sierra (pueblo de mamá).
En aquellos años, la matanza del cerdo para el consumo familiar, era uno de los acontecimientos más íntimos y significativos entre las familias. A la que solo se invitaba a familiares y amigos.
La víspera las mujeres se ocuparon de los preparativos: cocieron la cebolla en grandes calderas de cobre, para hacer las morcillas al día siguiente; cocieron pan, rosquillos y mantecados en el horno del pueblo; prepararon las especias y plantas aromáticas para la elaboración de chorizos y morcillas.
La primera faena de los hombres, consistió en encender una buena hoguera en la cocina de fuego bajo. A continuación reunidos con el matarife y con cuchillo o gancho de hierro en mano se dirigieron a la corte del cerdo y le hicieron salir enganchándole los ganchos en orejas y rabo y entre gruñidos y algarabía de los chicos el cerdo fue directamente a la mesa del sacrificio y se le dio muerte clavándole un cuchillo en el cuello y dejándole salir toda la sangre a un barreño, que después llevaron a las mujeres para que hicieran las morcillas. Posteriormente con aliagas secas se chamusco el pelo y se lavó con esmero y después se descuartizo.
A media mañana se preparo un almuerzo asando el rabo para los chicos y a los hombres las orejas y como a mi, lo del rabo no me hizo mucha gracia, me cobije en los brazos de papá y yo comí oreja ¡que rica ¡.
Para la comida las mujeres prepararon gachas (plato típico de la serranía conquense que se elabora con harina de almortas , tocino, hígado, pimentón, ajos y especias) en grandes sartenes que pusieron en la lumbre baja y una vez cocidas, todos alrededor de la sartén con cuchara y pan en mano fuimos dando buena cuenta de ello y como es natural los mayores se quitaban la sed con el vinillo de la tierra, también se mezclaban con pepinillos y guindillas en vinagre , tras las gachas se comía la panceta frita.
Terminada la comida los hombres siguieron despedazando el cerdo, se picaron las carnes y las mujeres hicieron las morcillas y chorizos, que después se colgaron en la cocina en un palo próximo al techo, para que el calor del fuego los fuera secando.
Cuando se terminaron todas las faenas y hasta la hora de cenar se hizo una pequeña fiesta, tocando papá la guitarra y el tío Pepe cantando jotas serranas.
Para cenar las mujeres hicieron judías pintas cocidas en puchero de barro a fuego lento y después de cenar a dormir, pues en aquella época en arcos no había luz eléctrica y había que encender candiles
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